martes, 30 de abril de 2013

Realidades y ficciones del Cibermundo del siglo XXI - Sociedades del Espectáculo


Tatiana Villada Díez
Sociedades del espectáculo
 Universidad EAFIT 
Medellín, 2013



Realidades y ficciones
del Cibermundo del siglo XXI

“Creo que hoy en día, en el umbral del siglo XXI, tenemos que aprovechar la lección que se desprende de lo negativo de un progreso que sigue siendo progreso, pero que ya no es un progreso todopoderoso, un progreso idealizado por un pensamiento, sin marcha atrás  frente a la cara oculta del positivismo.” (Virilio, 1997, p. 14)


Del progreso se conjetura una connotación positiva. Ir hacia delante, ir más rápido es tener una ventaja ante los demás, y la ventaja siempre es buena. Las revoluciones tecnológicas son una muestra de ese pensamiento del hombre, del afán por ir más rápido y llegar más lejos. Pero toda revolución significa un cambio radical y ese salto hacia adelante implica dejar cosas atrás, por lo tanto, implica perdida.

Paul Virilio, arquitecto, urbanista y teórico cultural, cuyo trabajo se centra en el análisis de la velocidad y la tecnificación, y de cómo ésta ha configurado la sociedad desde la revolución de los transportes –conjugada a la industrial-;   advierte de las consecuencias negativas de la tecnología y plantea que la tendencia a usarla para afectar la relación tiempo-espacio, está llevando a la perdida del territorio, del lenguaje y del cuerpo (el propio y el del prójimo); lo que finalmente, provocará la implosión de la ciudad y así la desintegración de la comunidad.  Sin embargo, el deseo por innovar no se detiene y por el contrario, el progreso de la técnica es cada vez más veloz. Quizás, debido a esto, sus ideas premonitorias pueden parecer hoy más lúcidas y los fenómenos más identificables que en el momento de haberlas formulado: la visión de un tierra reducida que nos condena al confinamiento, el tiempo real desplazando al espacio real, y el cuerpo virtual remplazando al cuerpo propio.

De allí que surjan preguntas como: ¿se habrá llegado ya a esa posmodernidad avisada? ¿será esta sociedad la población de ese no-lugar virtual? ¿es ya la tierra una prisión y cuerpo un obstáculo? Con la intención de reflexionar sobre estos cuestionamientos y tratar de avizorar si hay una real cercanía entre el siglo XXI del que nos previene Paul Virilio en la década de los noventas y el estado actual de las cosas, este texto retoma algunos de los planteamientos sobre la velocidad y el espacio que expone en el libro “Cibercultura, la política de lo peor” y los analiza a través de fenómenos recientes.

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El siglo XXI, la teoría de la ciencia- ficción

En el libro “El Cibermundo, la política de lo peor”, publicado 1997, Virilio afirma no tener miedo de jugar a adivino porque no hay otros para hacerlo… Sin embargo, su visión pesimista del siglo XXI ya se encontraba presente en la literatura y el cine décadas atrás. Incluso, filósofos como sus contemporáneos Jean Baudrillard y Michel Serres, también se ocuparon de teorizar sobre la posmodernidad y “los accidentes de sus inventos” – como bien podría expresarlo Virilio–.

Ya desde 1927 el director de cine Fritz Lang con la película Metrópolis describía un siglo XXI altamente industrializado y apocalíptico. El conocimiento era el poder y la élite estaba conformada por los pensadores y propietarios que sometían y explotaban a la clase obrera.  Se podría suponer que Lang advertía los peligros del desarrollo de la industrialización y la tecnología en el futuro. Desde entonces, el tema de la tecnología como potencial enemiga -de los robots que se vuelve en contra de su progenitor- se ha repetido innumerablemente en el cine y la literatura.

Desde hace casi setenta décadas, la literatura de ciencia ficción comienza a  imaginarse la revolución de las comunicaciones. El primer rastro está quizás en la novela “A Logic Named Joe” del escritor estadounidense Murray Leinster, la cual fue publicada en 1946. En éste, el autor describe una sociedad en la que hay un Lógico en cada hogar y muestra cómo estos se conectan entre sí para posibilitar la comunicación y transferencia datos. No hay que hacer ningún esfuerzo mental para relacionar al lógico con los computadores y su intercomunicación con el internet.  Lo que una vez fue ciencia ficción hoy es una realidad y más que una realidad, una cotidianidad.

En 1984 se populariza el neologismo “Ciberespacio” con la novela gráfica de William Gibson el “Neuromante”. En ella encontramos al igual que en “Metrópolis” el conocimiento/información como fuente de poder y, como en “A Logic Named Joe”, un red ficticia de computadores que almacena la información. En el ciberespacio del “Neuromante” hay una completa interactividad entre mundo virtual y el “real” y los seres de uno pueden afectar y percibir el otro. Realidad virtual, el hombre biónico y la inteligencia artificial hacen parte del imaginario de esta novela y del de Paul Virilio.


El Ciberespacio y la Ciber-città

“El Ciberespacio está formado por transacciones, relaciones, y pensamiento en sí mismo, que se extiende como una quieta ola en la telaraña de nuestras comunicaciones. Nuestro mundo está a la vez en todas partes y en ninguna parte, pero no está donde viven los cuerpos." (Barlow, 1996)

“La cuestión de la telepresencia deslocalizada, la posición, la situación del cuerpo. Todo problema de la realidad virtual es, esencialmente , negar el “bic et nunc”, negar el “aquí” en beneficio del ahora. Ya lo he dicho: ¡ya no existe el aquí, todo es ahora! (Virilio, 1997)

La revolución de los transportes, desde el uso del caballo hasta el avión supersónico, significó un constante cambio en la percepción que el hombre ha tenido sobre la relación espacio - tiempo. La velocidad ha sido la ganancia de esta revolución, pero se ha perdido el trayecto y por lo tanto la relación con el territorio, el aquí y ahora con el otro. Al acortar las distancias, la visión de la tierra se ha hecho más pequeña, se vuelve teleobjetiva. El mundo organizado a través de la geopolítica pasa a ordenarse según la cronopolítica. No obstante, la revolución de los transportes quedó rezagada una vez se cruzaron las barreras del sonido y del calor con el avión hipersónico y cohete espacial respectivamente. Fue la revolución de las transmisiones la que alcanzo la velocidad de la luz y que marco un nuevo punto de partida en la percepción del mundo. El mundo que ya se hacía pequeño se expande a través de la virtualidad y se convierte en “la venta de escape.”

A pesar del positivo entusiasmo de muchos ante la popularización de Internet y los avances en la electrónica que produjeron la revolución de la información y las comunicaciones, es decir, de las transmisiones –a la que suelen concederle el don de la democratización del conocimiento y que ven como un medio para la democracia en sí misma– Virilio, con una mirada más aguda y menos positiva, la considera un peligro potencial para la sociedad.

En primer lugar, desmiente la creencia de que cada vez que se da un progreso en la velocidad devendrá en un progreso en la democracia. Hoy es claro como con el auge de las tecnologías de la información el mundo se divide dos, los que tienen acceso y los que no, los que van a toda prisa y recorren el mundo a través sus aparatos electrónicos y los que están estancados en el tiempo y el espacio. En este contexto la democratización del conocimiento en el mundo es una ilusión, no puede haber democracia cuando solo una porción participa. 

Por otro lado, para la porción del mundo que ha sido testigo de esta revolución, muchas de la cosas que una vez eran apenas imaginables hoy hacen parte de su vida diaria. El ciberespacio emerge, se conforma, existe; a pesar de carecer de ubicación geográfica y materia, está en todas partes. Se circula a través suyo y se está suspendido en él. Esto no significa precisamente que habitemos en el ciberespacio, que estemos absorbidos en La matrix, que se haya perdido de vista la línea divisoria entre la simulación[1] y la realidad. La matrix sigue perteneciendo hasta el momento al campo de la ciencia-ficción.

Pero, como ha quedado demostrado que la ciencia-ficción no se separa por mucho tiempo de la realidad y ya es imaginable la virtualización total del mundo, es lógico que Virilio, como adivinador del futuro pero ante todo como urbanista, se pregunte si es posible una ciber-ciudad cuando se pierde el lugar. Partiendo de que para él “la ciudad es el lugar de los trayectos y de la trayectividad. Es el lugar de la proximidad entre los hombres, de la organización del contacto” (Virilio, 1997, p. 42). Puede deducirse –aunque no lo diga explícitamente– que su cuestionamiento tiene en el fondo una resolución pesimista.

Los programas de simulación como Second Life[2], pueden considerarse como lo más parecido a “habitar” en la red. Su arquitectura, tanto en lo que aparenta ser estructura, como en lo social; son representaciones de la ciudad –cualquier ciudad, exista en el plano real o no– y de las relaciones de la sociedad. Sin embargo, son representaciones incompletas. A pesar de tener referencias del mundo “real” sigue siendo un espacio deslocalizado, sin trayectos, mediado por el instrumento. Y mientras esté mediado por el teclado, la pantalla y los visores; la línea divisoria entre la simulación y lo real permanecerá visible, seguirá siendo una habitar secundario. Por otro lado, si bien como entorno social, se configura como un lugar que propicia la interacción; carece de urbanización. El tiempo global que es el tiempo real interrumpe cualquier asomo de historia porque deslocaliza a los sujetos y los objetos.

La velocidad, la inmediatez, el tiempo mundial que impera en el ciberespacio; potencial contenedor de la “Ciber-cittá” (Virilio, 1997, p. 43), puede aumentar la interacción virtual, pero reduce el lenguaje, es decir, la comunicación efectiva y elimina el trayecto. Y al eliminar el trayecto, se elimina la posibilidad de lugar común, de la plaza virtual, y el contacto con el otro. Sin contacto con el otro no puede haber política y sin política no puede haber ciudad. Ahora, teniendo en cuenta que la revolución de las transmisiones está por agotarse, es poco probable que la ciencia-ficción transcienda a realidad y la sociedad del siglo XXI se traslade a la matrix. De ser así y no tener la capacidad para urbanizar el espacio virtual, nos enfrentaríamos según Virilio a “un accidente general, un accidente de la historia, un accidente de accidentes (…)” (Virilio, 1997, p. 42). Y aunque apenas han corrido trece años de este siglo y existan ciertas tendencias a preferir en algunas ocasiones el contacto virtual ante al físico –como por ejemplo a través de los chats de los dispositivos móviles– las relaciones interpersonales – entre seres vivos y no animados- siguen siendo un aspecto importante en la vida del hombre que también sigue frecuentando los lugares de encuentro. El lugar público-privado todavía no cede al espacio virtual.


El hombre máquina

La revolución tecnológica no solo ha intervenido físicamente en la máquina, también lo ha hecho en el cuerpo vivo. La contracción de la tierra que se genera por la velocidad de las transmisiones, se replica en la revolución de lo trasplantes en el cuerpo. El cuerpo mutilado, el cuerpo completado, el cuerpo asistido,  el cuerpo reducido; es el accidente de esta revolución. La competencia ya no solo con el tiempo sino también con la vida. La eficiencia y el artificio en detrimento de la naturaleza.

Lo que comenzó en el campo de la medicina, como un intento por alargar y mejorar la calidad de vida; se fusiona con la tecnología –que hasta el momento había buscado generar el efecto inverso: la velocidad y la disminución– y aparece la domótica. Ya no se trata solo de largar la vida, sino de extender el cuerpo por fuera de los límites de la piel. Aparecen las prótesis funcionales y las decorado: la pierna para quien sufrió una amputación y los implantes de senos para quien simplemente quiera verse más voluptuosa. También parten de aquí las prótesis externas como el control remoto del televisor, los sensores de movimiento para el encendido de la luz y los dispositivos de reconocimiento de voz para accionar máquinas a distancias, por ejemplo; que suplen las funciones de movimiento y nos  paralizan. Se pierde entonces la conciencia del cuerpo propio y cuando no se tiene conciencia del propio cuerpo tampoco puede tenerse conciencia del cuerpo del prójimo, ya no se reconocen sus fronteras, la prótesis se vuelve carga y necesidad. ¿Qué sería de algunos sin su teléfono móvil o sin su computadora para ingresar a la red? Estas tres revoluciones tecnológicas: la del transporte, la de las transmisiones y la de los trasplantes; no solo han llevado hacia el progreso, es decir, a avanzar; también, han mediatizado la existencia han robado la libertad del ser.


“Lo que sé es que este accidente general, el impacto contra la barrera del tiempo, es un suceso que nos va a hacer ralentizar, retroceder, ir hacia atrás. Éste retroceso es un contragolpe a la conquista de la velocidad límite. Es aún demasiado pronto para decir que forma adoptará. No puedo prever la solución. Lo que puedo decir  es que la solución pasará por la cuestión urbana.” (Virilio, 1997, p. 53)
  


Trabajos citados

·         Virilio, P. (1997). El cibermundo, la política de los peor. (M. Poole, Trad.) Madrid, España: Ediciones Cátedra.
·         Barlow, J. P. (8 de febrero de 1996). DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DEL CIBERESPACIO. Recuperado el 19 de febrero de 2012, de BiblioWeb de sinDominio: http://biblioweb.sindominio.net/telematica/manif_barlow.html
·         Baudrillard, J. (1978). Cultura y simulacro. Barcelona, España: Editorial Kairós.




[1] Baudrillard, Jean Cultura y simulacro, (1978)
[2] Mundo virtual de acceso gratuito en internet en el que sus residentes navegan a través de programas de interfaz llamados visores que les permiten interactuar entre ellos mediante un avatarwww.secondlife.com

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