Tatiana
Villada Díez
Sociedades del
espectáculo
Universidad EAFIT
Medellín, 2013
Realidades
y ficciones
del
Cibermundo del siglo XXI
“Creo que hoy
en día, en el umbral del siglo XXI, tenemos que aprovechar la lección que se
desprende de lo negativo de un progreso que sigue siendo progreso, pero que ya
no es un progreso todopoderoso, un progreso idealizado por un pensamiento, sin
marcha atrás frente a la cara oculta del
positivismo.” (Virilio, 1997, p. 14)
Del progreso se conjetura
una connotación positiva. Ir hacia delante, ir más rápido es tener una ventaja
ante los demás, y la ventaja siempre es buena. Las revoluciones tecnológicas son
una muestra de ese pensamiento del hombre, del afán por ir más rápido y llegar
más lejos. Pero toda revolución significa un cambio radical y ese salto hacia
adelante implica dejar cosas atrás, por lo tanto, implica perdida.
Paul Virilio, arquitecto,
urbanista y teórico cultural, cuyo trabajo se centra en el análisis de la velocidad y la tecnificación, y de cómo ésta ha configurado la sociedad desde la
revolución de los transportes –conjugada a la industrial-; advierte
de las consecuencias negativas de la tecnología y plantea que la tendencia a
usarla para afectar la relación tiempo-espacio, está llevando a la perdida del territorio,
del lenguaje y del cuerpo (el propio y el del prójimo); lo que finalmente,
provocará la implosión de la ciudad y así la desintegración de la comunidad. Sin embargo, el deseo por innovar no se
detiene y por el contrario, el progreso de la técnica es cada vez más veloz.
Quizás, debido a esto, sus ideas premonitorias pueden parecer hoy más lúcidas y
los fenómenos más identificables que en el momento de haberlas formulado: la
visión de un tierra reducida que nos condena al confinamiento, el tiempo real
desplazando al espacio real, y el cuerpo virtual remplazando al cuerpo propio.
De allí que surjan
preguntas como: ¿se habrá llegado ya a esa posmodernidad avisada? ¿será esta
sociedad la población de ese no-lugar
virtual? ¿es ya la tierra una prisión y cuerpo un obstáculo? Con la intención
de reflexionar sobre estos cuestionamientos y tratar de avizorar si hay una
real cercanía entre el siglo XXI del que nos previene Paul Virilio en la década
de los noventas y el estado actual de las cosas, este texto retoma algunos de
los planteamientos sobre la velocidad y el espacio que expone en el libro
“Cibercultura, la política de lo peor” y los analiza a través de fenómenos
recientes.
***
El
siglo XXI, la teoría de la ciencia- ficción
En el libro “El
Cibermundo, la política de lo peor”, publicado 1997, Virilio afirma no tener miedo de jugar a adivino porque no
hay otros para hacerlo… Sin embargo, su visión pesimista del siglo XXI ya
se encontraba presente en la literatura y el cine décadas atrás. Incluso,
filósofos como sus contemporáneos Jean Baudrillard y Michel Serres, también se ocuparon de teorizar sobre la posmodernidad y
“los accidentes de sus inventos” – como bien podría expresarlo Virilio–.
Ya desde 1927 el director
de cine Fritz Lang con la película Metrópolis describía un siglo XXI altamente
industrializado y apocalíptico. El conocimiento era el poder y la élite estaba
conformada por los pensadores y propietarios
que sometían y explotaban a la clase obrera. Se podría suponer que Lang advertía los
peligros del desarrollo de la industrialización y la tecnología en el futuro.
Desde entonces, el tema de la tecnología como potencial enemiga -de los robots
que se vuelve en contra de su progenitor- se ha repetido innumerablemente en el
cine y la literatura.
Desde hace casi setenta
décadas, la literatura de ciencia ficción comienza a imaginarse la revolución de las
comunicaciones. El primer rastro está quizás en la novela “A Logic Named Joe” del escritor estadounidense Murray Leinster, la cual fue publicada en 1946. En éste, el
autor describe una sociedad en la que hay un Lógico en cada hogar y muestra cómo estos se conectan entre sí para
posibilitar la comunicación y transferencia datos. No hay que hacer
ningún esfuerzo mental para relacionar al lógico
con los computadores y su intercomunicación
con el internet. Lo que una vez fue
ciencia ficción hoy es una realidad y más que una realidad, una cotidianidad.
En 1984 se populariza el neologismo “Ciberespacio” con la
novela gráfica de William Gibson el “Neuromante”. En ella encontramos al igual
que en “Metrópolis” el conocimiento/información como fuente de poder y, como en
“A Logic Named Joe”, un red ficticia de computadores que almacena la
información. En el ciberespacio del “Neuromante” hay una completa interactividad
entre mundo virtual y el “real” y los seres de uno pueden afectar y percibir el
otro. Realidad virtual, el hombre biónico y la inteligencia artificial hacen
parte del imaginario de esta novela y del de Paul Virilio.
El Ciberespacio y la Ciber-città
“El Ciberespacio está formado por transacciones,
relaciones, y pensamiento en sí mismo, que se extiende como una quieta ola en
la telaraña de nuestras comunicaciones. Nuestro mundo está a la vez en todas
partes y en ninguna parte, pero no está donde viven los cuerpos." (Barlow, 1996)
“La cuestión de la telepresencia deslocalizada, la
posición, la situación del cuerpo. Todo problema de la realidad virtual es,
esencialmente , negar el “bic et nunc”, negar el “aquí” en beneficio del ahora.
Ya lo he dicho: ¡ya no existe el aquí, todo es ahora! (Virilio, 1997)
La revolución de los transportes, desde el uso del caballo
hasta el avión supersónico, significó un constante cambio en la percepción que
el hombre ha tenido sobre la relación espacio - tiempo. La velocidad ha sido la
ganancia de esta revolución, pero se ha perdido el trayecto y por lo tanto la
relación con el territorio, el aquí y ahora con el otro. Al acortar las
distancias, la visión de la tierra se ha hecho más pequeña, se vuelve
teleobjetiva. El mundo organizado a través de la geopolítica pasa a ordenarse
según la cronopolítica. No obstante,
la revolución de los transportes quedó rezagada una vez se cruzaron las
barreras del sonido y del calor con el avión hipersónico y cohete espacial
respectivamente. Fue la revolución de las transmisiones la que alcanzo la
velocidad de la luz y que marco un nuevo punto de partida en la percepción del
mundo. El mundo que ya se hacía pequeño se expande a través de la virtualidad y
se convierte en “la venta de escape.”
A pesar del positivo
entusiasmo de muchos ante la popularización de Internet y los avances en la
electrónica que produjeron la revolución de la información y las comunicaciones,
es decir, de las transmisiones –a la que suelen concederle el don de la
democratización del conocimiento y que ven como un medio para la democracia en
sí misma– Virilio, con una mirada más aguda y menos positiva, la considera un peligro
potencial para la sociedad.
En primer lugar, desmiente
la creencia de que cada vez que se da un progreso en la velocidad devendrá en
un progreso en la democracia. Hoy es claro como con el auge de las tecnologías
de la información el mundo se divide dos, los que tienen acceso y los que no,
los que van a toda prisa y recorren el mundo a través sus aparatos electrónicos
y los que están estancados en el tiempo y el espacio. En este contexto la
democratización del conocimiento en el mundo es una ilusión, no puede haber
democracia cuando solo una porción participa.
Por otro lado, para la porción del mundo que ha sido testigo
de esta revolución, muchas de la cosas que una vez eran apenas imaginables hoy
hacen parte de su vida diaria. El ciberespacio emerge, se conforma, existe; a
pesar de carecer de ubicación geográfica y materia, está en todas partes. Se
circula a través suyo y se está suspendido en él. Esto no significa
precisamente que habitemos en el ciberespacio, que estemos absorbidos en La matrix, que se haya perdido de vista la
línea divisoria entre la simulación[1] y
la realidad. La matrix sigue perteneciendo hasta el momento al campo de la
ciencia-ficción.
Pero, como ha quedado demostrado que la ciencia-ficción no
se separa por mucho tiempo de la realidad y ya es imaginable la virtualización
total del mundo, es lógico que Virilio, como adivinador del futuro pero ante
todo como urbanista, se pregunte si es posible una ciber-ciudad cuando se pierde el lugar. Partiendo de que para él “la ciudad es el lugar de los trayectos y de
la trayectividad. Es el lugar de la proximidad entre los hombres, de la organización
del contacto” (Virilio, 1997,
p. 42) .
Puede deducirse –aunque no lo diga explícitamente– que su cuestionamiento
tiene en el fondo una resolución pesimista.
Los programas de simulación como Second Life[2],
pueden considerarse como lo más parecido a “habitar” en la red. Su arquitectura,
tanto en lo que aparenta ser estructura, como en lo social; son
representaciones de la ciudad –cualquier ciudad, exista en el plano real o no–
y de las relaciones de la sociedad. Sin embargo, son representaciones
incompletas. A pesar de tener referencias del mundo “real” sigue siendo un
espacio deslocalizado, sin trayectos, mediado por el instrumento. Y mientras
esté mediado por el teclado, la pantalla y los visores; la línea divisoria entre la simulación y lo real
permanecerá visible, seguirá siendo una habitar secundario. Por otro lado, si
bien como entorno social, se configura como un lugar que propicia la
interacción; carece de urbanización. El tiempo global que es el tiempo real
interrumpe cualquier asomo de historia porque deslocaliza a los sujetos y los
objetos.
La velocidad, la inmediatez, el tiempo mundial que impera en
el ciberespacio; potencial contenedor de la “Ciber-cittá” (Virilio, 1997, p. 43) , puede aumentar
la interacción virtual, pero reduce el lenguaje, es decir, la comunicación
efectiva y elimina el trayecto. Y al eliminar el trayecto, se elimina la
posibilidad de lugar común, de la plaza virtual, y el contacto con el otro. Sin
contacto con el otro no puede haber política y sin política no puede haber
ciudad. Ahora, teniendo en cuenta que la revolución de las transmisiones está
por agotarse, es poco probable que la ciencia-ficción transcienda a realidad y
la sociedad del siglo XXI se traslade a la matrix. De ser así y no tener la
capacidad para urbanizar el espacio virtual, nos enfrentaríamos según Virilio a
“un accidente general, un accidente de la
historia, un accidente de accidentes (…)” (Virilio, 1997, p. 42) . Y aunque apenas
han corrido trece años de este siglo y existan ciertas tendencias a preferir en
algunas ocasiones el contacto virtual ante al físico –como por ejemplo a través
de los chats de los dispositivos móviles– las relaciones interpersonales –
entre seres vivos y no animados- siguen siendo un aspecto importante en la vida
del hombre que también sigue frecuentando los lugares de encuentro. El lugar
público-privado todavía no cede al espacio virtual.
El
hombre máquina
La revolución tecnológica no solo ha intervenido físicamente
en la máquina, también lo ha hecho en el cuerpo vivo. La contracción de la
tierra que se genera por la velocidad de las transmisiones, se replica en la
revolución de lo trasplantes en el cuerpo. El cuerpo mutilado, el cuerpo
completado, el cuerpo asistido, el
cuerpo reducido; es el accidente de esta revolución. La competencia ya no solo
con el tiempo sino también con la vida. La eficiencia y el artificio en
detrimento de la naturaleza.
Lo que comenzó en el campo de la
medicina, como un intento por alargar y mejorar la calidad de vida; se fusiona
con la tecnología –que hasta el momento había buscado generar el efecto
inverso: la velocidad y la disminución– y aparece la domótica. Ya no se trata solo de largar la vida, sino de extender
el cuerpo por fuera de los límites de la piel. Aparecen las prótesis
funcionales y las decorado: la pierna para quien sufrió una amputación y los
implantes de senos para quien simplemente quiera verse más voluptuosa. También
parten de aquí las prótesis externas como el control remoto del televisor, los
sensores de movimiento para el encendido de la luz y los dispositivos de
reconocimiento de voz para accionar máquinas a distancias, por ejemplo; que
suplen las funciones de movimiento y nos
paralizan. Se pierde entonces la conciencia del cuerpo propio y cuando
no se tiene conciencia del propio cuerpo tampoco puede tenerse conciencia del
cuerpo del prójimo, ya no se reconocen sus fronteras, la prótesis se vuelve
carga y necesidad. ¿Qué sería de algunos sin su teléfono móvil o sin su
computadora para ingresar a la red? Estas tres revoluciones tecnológicas: la
del transporte, la de las transmisiones y la de los trasplantes; no solo han
llevado hacia el progreso, es decir, a avanzar; también, han mediatizado la
existencia han robado la libertad del ser.
“Lo que
sé es que este accidente general, el impacto contra la barrera del tiempo, es
un suceso que nos va a hacer ralentizar, retroceder, ir hacia atrás. Éste
retroceso es un contragolpe a la conquista de la velocidad límite. Es aún
demasiado pronto para decir que forma adoptará. No puedo prever la solución. Lo
que puedo decir es que la solución
pasará por la cuestión urbana.” (Virilio,
1997, p. 53)
Trabajos citados
·
Virilio, P. (1997). El cibermundo,
la política de los peor. (M. Poole, Trad.) Madrid, España: Ediciones
Cátedra.
·
Barlow, J. P. (8 de febrero de 1996). DECLARACIÓN
DE INDEPENDENCIA DEL CIBERESPACIO. Recuperado el 19 de febrero de 2012, de
BiblioWeb de sinDominio:
http://biblioweb.sindominio.net/telematica/manif_barlow.html
·
Baudrillard, J. (1978). Cultura y
simulacro. Barcelona, España: Editorial Kairós.
[2] Mundo virtual de acceso gratuito en internet en el que sus residentes navegan a través de programas
de interfaz llamados visores que les permiten
interactuar entre ellos mediante un avatar. www.secondlife.com
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