martes, 30 de abril de 2013

La historia de un personaje de verdad que a veces parece de ficción


De Superman en Medellín a Survivor en San Pacho
Por Tatiana Villada Díez
Medellín, 2012

Este cuento comienza en diciembre de 2005. Ese año me fui para San Pacho o para que se ubiquen mejor: San Francisco; un pueblo del municipio de Acandí entre el Tapón del Darién y el norte del Chocó a orillas del mar Caribe, cerca a Triganá o al más conocido veraniadero: Capurganá. Un paraíso escondido de selva y playa olvidado por la civilización y el estado colombiano. Un lugar habitado en escancia por pescadores y  prófugos de todo tipo; ya sea de la vida, la justicia, la droga, el alcohol, etc. Aunque en San Pacho (como se le conoce usualmente) también vive gente común y corriente, hay que decir que la mayoría tiene historias de vida muy locas. No sabría por dónde empezar y me podría pasar la vida entera si me pusiera a contárselas todas.

El caso fue que di con San Pacho gracias a una amiga, Ángela Vélez. Ahora ella vive y trabaja en México como modelo y es muy reconocida, pero su familia sigue viviendo allá, en San Francisco. Años atrás, Ángela nos había invitado a todo el combo de amigos a que fuéramos a pasar las vacaciones. A nosotros nos sonó mucho el plan y nos fuimos con ella. En esa ocasión la pasamos muy chévere y como el lugar nos pareció tan parchado, en 2005 decidimos volver. Para ese entonces yo andaba lleno de enredos y problemas. No me sentía “caminando bien” y llegue con la intención de quedarme ocho días que al final de cuentas resultaron siendo veintitrés.  Esos días me desconecte del resto del mundo y me sentí como hacía rato no me sentía: tranquilo y muy calmado.

Cuando llegue a la ciudad, a Medellín; otra vez me cayó sobre los hombros el peso de tanta pendejada, de tanto enredo que tenía y comenzó a darme vueltas en la cabeza una preguntica que fue fundamental  en todo lo que vino después. La pregunta me la había hecho hacia poco un señor al que quiero bastante, el papá de uno de mis mejores amigos, y como para hacérselas cortica, lo que me preguntó fue: “¿A vos que te hace feliz?” Y me corchó. Me corchó porque no supe qué responderle y para colmos me remato diciendo: “No me responda eso a mí, respóndaselo a usted. Usted lo tiene todo, tiene su carrera su trabajo, etc. pero, ¿Qué lo hace feliz?”.

Yo tenía demasiados problemas, muchos enredos y además tenía muchos trabajos al tiempo: era profesor universitario, trabajaba en una emisora, presentaba eventos como un verraco, era locutor profesional de la Asociación Antioqueña de Locutores entonces mantenía un montón de voleo por ese lado, asesoraba una empresa que se llamaba Crea Moda en toda la parte de desfiles, eventos e imagen y dentro de esa empresa había como cinco marcas. Fuera de eso yo mismo hacía otro combo de eventos en discotecas, conciertos, etc. y además trabajaba con la Alcaldía haciendo un programa que se llamaba “Medellín despierta para la vida”, que eran unas fiestas de seis de la tarde a seis de la mañana en los barrios más difíciles de la ciudad. O sea, me mantenía todo el tiempo ocupado, enredado y estresado.
Con todo eso encima y con la esa preguntica dándome vueltas en la cabeza me puse pensar mucho. A la hora de la verdad yo todo lo que hacía, lo hacía era para alguien más, o por costumbre, o por demostrarle algo a alguien, o porque alguien me decía que eso era bueno para mí por “X” o “Y” cosa y yo me le medía como un pendejo. Pero un día, mientras esperaba que me lavaran el carro me encontré un cuaderno en la guantera y decidí hacer una lista de todas las cosas que me estaban estresando y las cosas que tenía que hacer en la vida. Me encontré de frente con una lista larga, eran como cuarenta y seis cosas, ¡una exageración! De esa lista, comencé a tachar las vainas que yo sentía que me hacían feliz o me ponían contento. De cuarenta y seis solo encontré cuatro: andar en mi moto, viajar, hacer ejercicio y escuchar mi música. O sea, cuando yo me ponía a hacer cualquiera de esas cuatro cosas de verdad las disfrutaba. Eso me dio pie para empezar a revaluarlo todo y tome la decisión de no seguir haciendo nada que no me hiciera feliz y de hacer un completo frenón en mi vida; y como en San Pacho me había sentido tan tranquilo, decidí irme un tiempito indefinido para allá. Un tiempito que no fueron semanas, ni un mes o dos, tampoco un año; ese tiempito, ese frenón, resulto en casi cuatro años de mi vida.

Eso fue en 2006. Me pase todo un año diciendo en todas partes “no trabajo más, no voy más, renuncio, hasta aquí llego yo, termino proyectos en octubre, etc.”. La verdad es que nadie, pero nadie me creyó; ni mis amigos, ni mi familia, ni las partes en donde trabajaba. Incluso hubo apuestas sobre el tema y la mayoría de los apostadores se inclinaban a que yo no me iba y que si me iba no duraba nada por allá. Más de uno perdió buena platica ahí, sobre todo Juanchis, un amigo, él no me daba ni un mes. La gente me empezó a tomar en serio solo cuando se llegó octubre y yo empecé a entregar resultados finales, a no renovar contratos, a entregar cartas de renuncia y esas cosas. El proceso fue complicado; vender, cerrar, entregar, devolver, salir;  o sea, resumir mi vida en dos maletas, que fue lo que me lleve.  Pero bueno, se arrancó y ahí, es donde la historia se pone sabrosa.

De nuevo el viaje fue bastante divertido porque otra vez nos fuimos un combo de buenos amigos.  Nos reímos por allá como veinte días, molestamos la vida, se hizo de todo y pase uno de los 31 de diciembre más bonitos que he pasado en mi vida con todos ellos. Fue una fiesta muy sabrosa. Luego ellos se fueron y yo me quedé.

Primero me quedé en una casita que me prestó Leo Vélez, el hermano de mi amiga Angela y ahora amigo mío también. Era una cabañita pequiñita encima de las rocas y al borde del mar.  Leo me la prestó mientras me organizaba porque en mi casa no había techo, o mejor dicho, no había nada. Hoy en día Leo convirtió esa cabañita en un bar muy parchado, el “Bar-co”. Después de pasar cuatro meses ahí, me fui para lo que sería “mi casa”.

En cuanto a la comida al principio yo sí me hice a la más fácil y contraté a un vecino y amigo, Cesar. A él le pagaba mensual para que me hiciera desayuno, almuerzo y comida y por ahí derecho comía con él, con la señora y con la niña. Con ellos fui aprendiendo cómo se movía todo, cómo era la cocinada, dónde se conseguía la comida, cómo se hacía, etc. Porque yo ni siquiera tenía idea de cocinar. Mejor dicho, me toco aprender desde cocinar y lavar ropa,  hasta pescar, sembrar, recoger lo que sembraba y construir. Cosas que yo en Medellín nunca hacía y que de no haber estado todo ese tiempo allá nunca hubiera aprendido.

Ya estando en mi casa todo empezó ponerse muy difícil por las condiciones tan complicadas. En ese momento mi casita era solo un piso de madera levantado de la tierra más o menos un metro con otro piso encima y un medio techo. Eso era todo, no había nada más. No había paredes y el agua solo llegaba a una canilla que era ducha, lavadero, baño, todo. De resto no había sino un matorralero miedoso. Los primeros seis meses fueron horribles. Porque eso sí, el agua llegaba a todas partes cuando caían esos aguaceros miedosos típicos de esa zona. Las noches se me hacían larguísimas. Imagínense el cuadro así: Uno sentado sólo en medio del aguacero con el colchón doblado y tapándose con un plástico haciendo lo único que puede hacer en esas circunstancias, esperar a que amanezca. Dentro de la casa pero emparamado hasta el culo porque techo que le había puesto no servía. Eran por lo menos ocho horas para sentarse a pensar cosas. Yo me ponía a pensar desde lo que hice en mi vida, hasta lo que estaba haciendo y lo que estaba dejando de hacer. Déjenme decirles que después de un tiempo, eso empieza a volverse rayadorcito. Sin embargo yo insistí en quedarme allá porque tenía que aprender muchas cosas y tenía que mejorar muchas otras. Terco que es uno.

Así es como el primer año me dediqué fue a aprender. Como casi todo el pueblo estaba en construcción, yo me iba ayudar y ayudando era que aprendía cómo se hacían las cosas: a trabajar madera, a trabajar cemento, a hacer bien los niveles y ese tipo de cosas. A medida que iba aprendiendo iba mirando que era  lo qué necesitaba mi casa y la iba diseñando. Ya el segundo año sí me puse fue a terminar de construir mi propia casita. También seguía ayudándoles a los vecinos y los vecinos me iban ayudando a mí. Esa era parte divertida de la zona. Todo el mundo se ayuda como puede.

En San Pacho todo el tiempo había algo que hacer. Desde por la mañana temprano me levantaba a ver qué traían los pescadores que me gustara para comprar y comer y luego todo el día me la pasaba trabajando en mi casa, sembrando, recogiendo, etc. Y en la tarde me iba a jugar un partido de fútbol  y pasar el rato con los muchachos (allá había una conformación muy charra entre morenos, indios y algunos paisas como nos llaman ellos a nosotros los blancos. Y con los paisas, era con los que yo generalmente me mantenía). Además el día se acababa muy temprano porque como no había electricidad y en la noche tocaba a punta de vela, fogata o linterna; el día prácticamente se acababa cuando se iba la luz del sol. A las seis de la tarde, las siete y media máximo estaba uno comiendo y las ocho ya estaba uno dormido.
Cuando yo llegué al pueblo las condiciones en general eran muy difíciles; no había luz, no había (ni hay) acueducto, teléfono, comunicaciones, no había prácticamente nada. Simplemente había agua en abundancia en los yacimientos y de los aguaceros que caían. Lo único que medio llegaba allá era la señal de radio. El celular ni en sueños te cogía. Había cosas tan güevonas para poderse comunicar con el mundo exterior, como que te tenían que llamar a la tienda de Triganá y mandarte la razón de que tal día y a tal hora te volvían a llamar. Entonces, a uno le tocaba pegarse la caminada de 40 minutos hasta Triganá para sentarse a esperar en la tienda a que al güevón que había mandado la razón se le olvidara llamar o, a que el clima dejara que entrará la llamada, porque el teléfono era satelital y a veces las nubes no dejaban que funcionara bien.

Sin embargo, yo allá me estaba bien porque me sentía tranquilo y disfrutaba mucho todo lo que hacía y aprendía todos los días. Esa playa es muy bonita y esa selva es hermosa. Todo el tiempo me iba a caretear y me podía pasar horas y horas metido en el mar jugando con animalitos o me iba a caminar por la selva a tomar fotos.  Además, eso de que lo estén visitando a uno un combo de animales para mí no era un problema sino algo divertido. Levantarme a las doce de la noche a ver los zorros pasar, quedarme escuchando a los micos nocturnos, o que tenerme que levantar por la mañana a perseguir a los micos que se me entraban a robarme la fruta. Todas esas cosas para mi eran un parche. Esas güevonadas de la vida a mí me entretenían y me hacían feliz.

Con el tiempo las condiciones fueron cambiando y en cierta forma ahora todo es mucho más fácil. Llegó la luz, entró la señal de celular, etc. Ahora llega mucho turista, mucho mochilero y extranjero y hay varios hostalitos chéveres. Sin embargo con eso que llamamos “progreso”, que para mí es como un palo por el culo sin anestesia, tristemente también se acabó de meter el narcotráfico en la zona. Ya las niñas de 12 años andan por ahí con sus BB (celulares Black Berry) detrás de los narcos que tienen la plata, la casa, la luz y el agua, dándoselos por cualquier cosa. Y los pelaitos, ya crecen queriendo ser eso; tener el fierro, el fajo de billetes y toda esa vaina. Eso se volvió su cultura. Esa es la parte triste de allá, la parte triste de la historia. A San Pacho no llega el estado colombiano, es muy difícil. Allá no se ve un policía y la educación es muy deficiente.

Pero haber llegado antes que el “progreso”,  en esa época que todo era tan difícil para mí fue muy bueno porque me toco ver un pueblo como muy Macondo. Un pueblo de gente e historias muy charras y muy extrañas. Me toco vivir allá cosas muy locas. Con decirles que nosotros los amigos, los paisas: El Boler, Cesar, Fabio, Juan Barbas y yo; nos parchábamos ya al final de la tarde cuando todos terminábamos la jornada de trabajo a jugar parqués, a fumar marihuana y a hablar mierda. En esas reuniones terminamos haciendo lo que llamamos La Revista. Porque les digo que es en serio que eran tantas las cosas locas que veíamos todos los días allá, que en La Revista, hacíamos un recuento de las historias más extrañas del mes. Claro, era una revista virtual, imaginaria; hecha a punta de hablar mierda.

Como les relaté al inicio, San Pacho es un pueblo que fue fundado por pescadores y por gente que se está escondiendo o está huyendo de algo. No solamente de la policía. Hay gente que también se esconde de sus problemas, de su familia, de las drogas… de mucha joda. O sea, allá hay desde exguerrilleros del M19, a exparacos, extombos, exabogados, exputas, exdrogadictos, exdilers, expresidiarios, ex lo que se les ocurra. De todo pasa  o llega por allá. Entonces, las historias son muchas y muchas son muy extrañas. Pero eso es arena de otro costal. Quizás en otra oportunidad, hable de esas historias que me toco ver, escuchar o incluso hacer parte durante esos cuatro años.

Volvamos al tema de mi “frenón de vida”. Yo estaba muy contento en San Pacho, ya me había acomodado bien y había aprendido a vivir allá. No fue que decidiera que ya era tiempo de volver a Medellín. Me tocó por una cuestión familiar. Mi mamá se enfermo y primero lo primero, y primero está la mamá. Yo era el único que podía hacerle frente a ese y otros problemas de la familia porque mi hermano tiene sus hijos, su trabajo y sus cosas. Eso sí, en cuanto pueda me vuelvo a ir. No creo que sea definitivamente para San Pacho. Aunque voy cada que puedo y sigo teniendo mi casita allá. En todo caso, a pesar de que Medellín es muy bonita, tiene mujeres hermosas y cosas muy bacanas, yo aquí me siento enjaulado, no me siento contento y a cada rato me vuelve a pasar por la cabeza la preguntica aquella “¿qué te hace feliz en la vida?”.

Yo en San Pacho aprendí muchas cosas. Cosas como que él no es una respuesta válida. También aprendí que uno se pasa mucho tiempo en la vida tratando de darle gusto o no darle disgustos a un montón de personas que jamás te lo han pedido; por eso en este momento de vida, hago lo que siento que tengo que hacer. No me importa lo que nadie piense. Me di cuenta que yo no puedo hacer feliz a los demás si no soy feliz yo y por eso sigo buscando mi felicidad.

Ahora ya voy a ajustar dos años en la ciudad y todo ha ido organizándose de a poco. Estoy terminando de solucionar los problemas de la familia, estoy aprendiendo a tocar un instrumento: la trompeta,  volví a trabajar en Televisión presentando un programa que me agrada bastante porque me permite conocer muchos lugares e historias de Medellín y la región que de otra forma jamás conocería. El programa más viejo de la televisión regional, Camino al Barrio. También  tengo una finca en Marinilla en la que juego a ser campesino y me divierto mucho. Y lo más importante, estoy preparándome y programando un viajecito para dentro de año y medio.

En una película que ni me acuerdo cómo se llama, vi una vez algo que puede sonar muy pendejo: “Uno de grande debería tratar de hacer las cosas que se prometió de niño.” Y sí. Yo este viajecito me lo prometí hace mucho tiempo. Me voy en moto a recorrer el mundo. Primero me voy para Brasil a ver el Mundial de Fútbol, de ahí quiero bajar a Argentina y darme una vuelta por Sur América. Luego pasar a África y visitar varios países y lugares que ya tengo en una lista que fueron cuna de la cultura musical del mundo. Después quiero irme a recorrer lo que pueda de Europa. Tratar de llegar a Rusia, a Tailandia, al Japón y Nueva Zelanda. Esa es mi intención. Y  como lo mío toda la vida  ha sido contar historias,  quiero grabarlo todo y hacer del viaje una especie de programa o documental. Todavía estoy decidiendo el formato y experimentando con varias cosas. Así sea para mostrárselo a mi familia y mis amigos.

Yo quiero mucho y me gusta mucho esta ciudad, me gusta mucho Colombia, amo este país. Pero  cada que conozco otros lugares y veo otras vainas y comprendo otras culturas alcanzo incluso a comprender y a querer más la mía.  Entonces, quiero ir a ver otras cosas, quiero ir a ver el sol cómo sale por otros lados y quiero saber como le dicen a un amanecer en otras partes antes de volver aquí en unos añitos a seguir con otras historias y a hacer mi familia. 





  



Gustavo Andrés Blanco Jaramillo, nació el 10 de agosto de 1976 en la ciudad de Medellín. Realizó sus estudios primarios y secundarios en el colegio El Corazonista y se graduó en el año 2000 como Comunicador Social en la Universidad Pontificia Bolivariana. Gustavo o “Blanco”, como se conoce en el medio de la televisión, la música y la radio, ha desempeñado diversos roles para diferentes medios de comunicación;  desde escribir en el Colombiano a conducir programas de radio tanto en AM como en FM, hasta presentar y realizar programas de televisión en canales locales, regionales e internacional.  Durante varios años, fue un importante referente entre los presentadores de televisión juvenil a nivel regional por conducir el programa Musinet en el canal Teleantioquia.  Después de cuatro años de aislamiento y separación con los medios, volvió a Medellín en 2010 y ahora es presentador de Camino al Barrio, el programa más viejo de la televisión regional en Antioquia.




Crónica de una experiencia personal poco agradable


“¿Quieres conocer a tus bebés?”
Por Tatiana Villada Díez
Medellín, 2012

Llevaba más de dos años aplazándolo. Siempre había una excusa para no hacerlo, generalmente consistía en que tenía mucho trabajo y mucho estudio y no tenía tiempo de ocuparme de tonterías. A pesar de que la situación me molestaba mucho prefería tratar de convivir con ella antes que afrontarla. Sin embargo, cada vez era peor y empezaba a causar daños colaterales.

Así que un día, tras darle muchas vueltas en la cabeza me llené de valor y acordé la cita. Bueno, en realidad no fue el “valor”. Fue que por fin me dieron un par de días de vacaciones y no tuve más disculpas ante la insistencia de mi mamá quien fue quien pidió la cita por mí.

Llego el 21 de julio, cayó un sábado, eran las ocho de la mañana. Mi mamá no pudo escoger una mejor fecha. En pleno puente festivo. Llegué tarde como para variar pero aún así me atendieron. A los pocos minutos escuche que alguien me llamaba por mi nombre. Me pare de mi asiento y me dirigí hasta él. Una vez allí me invito a sentarme y comenzó el cuestionario de rutina. ¿Edad? ¿Alergias? ¿Alguna enfermedad? ¿Fuma? ¿Bebe? ¿Embarazo? ¿Cuándo fue su última visita?  Y finalmente… ¿por qué vino? Suspire hondo sabiendo que tras la respuesta a esa pregunta no habría marcha atrás.
–Creo que tengo que sacarme las cordales– Conteste
–Ok, entonces revisemos– dijo él

Me acosté en la silla y abría la boca lo más que pude. Él se torno mucho más amigable y comenzó a conversarme. Me preguntó a qué me dedicaba y si era que no había salido de rumba la noche anterior que estaba con el odontólogo un sábado temprano.
 –Qué aburrición este turno- comentó– Aunque a mí me pareció que estaba bastante animado y sonriente.

Mientras tanto metía y sacaba instrumentos de mi boca y esa aspiradora de saliva halaba mi mejilla y hacía ese sonido desagradable.  Yo, después de tratar inútilmente de responder a sus preguntas, me distraje mirándolo a los ojos: eran azules muy claros y en su reflejo alcanzaba a ver levemente lo que hacía en mi boca. Además me recordaba a un odontólogo que tuve cuando estaba pequeña, también tenía unos ojos claros y bonitos. Después de un rato comenzó a explicarme que veía todo muy bien, tenía una boca saludable y sin caries, pero que definitivamente mis cordales estaban ahí, las cuatro, y en muy mala posición y, que además, en las de el maxilar inferior me estaban generando un espacio en la encía por donde eventualmente se iría acumulando comida y que esto me podría causar una infección.
–Vamos a tener que sacarlas, pero con cirugía–
Comenzó a dictarle un par de cosas a su asistente, quién copiaba atentamente en el computador. Yo me quedé pensando
– ¿cirugía? Esto va a ser peor de lo que imagine–

La verdad es que nunca le tuve miedo al odontólogo, nunca había tenido problemas graves en mi boca y por eso mis visitas durante la infancia y la adolescencia pasaron sin contratiempos, y ahora ya con veinticuatro años estaba sintiendo una sensación de nerviosismo e inseguridad que no me era para nada familiar. Pero es que la sacada de las cordales era otra cosa. Ya me había tocado ver varias personas después de este tipo de intervención y no se veía nada agradable. Hinchados y muy adoloridos. Todos me decían que era horrible y en la cara se les veía la compasión que sentían por mí cuando les decía que creía que tendría que hacérmelas sacar también. Generalmente fruncían el ceño y se tocaban su mejilla como si les volviera a doler.

Julio Villa, mi nuevo odontólogo me pidió que me sentara y comenzó a explicarme que cómo mis cordales estaban en tan mala posición que tendría que enviarme con un especialista para que me hiciera la cirugía, pues allí en la EPS Coomeva no contaban con la instrumentación y el espacio adecuado. Lo primero que le pregunté fue que cuanto tiempo tendría que quedarme incapacitada y cuánto duraría la hinchazón. Le explique que trabaja como presentadora de televisión y no podría salir al aire haciéndole la competencia a KiKo. Él se rió y me dijo:
– Pues vas  estar hinchada unos cuantos días así que trata de organizar lo de tu trabajo porque en verdad ya lo tuyo no da más espera. Se te están moviendo los otros dientes por la falta de espacio y no se demora mucho el que te de una infección como ya te había explicado. Y ahí sí que te va peor–

Finalmente me dio una orden para la cirugía y otra para sacarme una radiografía que tendría que llevarle ese día al cirujano. Me despedí, le di las gracias y salí del consultorio.

Ya nada que hacer. Tocaba sacármelas de una vez por todas. Para no perder el impulso salí inmediatamente a hacerme las radiografías. Cuando llegue al sitio había poca gente y me atendieron rápido. La recepcionista me pidió algunos datos personales y me por segunda vez en el día el cuestionario de rutina ¿Edad? ¿Alergias? ¿Alguna enfermedad? ¿Fuma? ¿Bebe? ¿Embarazo?… Para contestar esa última pregunta me tardé un poco pues en ese momento caí en la cuenta de que tenía un par de días de retraso. Finalmente dije que no, porque estaba segura que era solo eso, un retraso. Sin embargo, la mujer que me atendía insistió.
– ¿Está segura? Si no es mejor que no se haga las radiografías, puede ser peligroso para su bebé–
– Sí estoy segura, no se preocupe, son solo un par de días–
Ella algo desconfiada e incluso molesta me dijo:
– Pues si se la va a hacer me tiene que firmar un documento donde nos exima de toda responsabilidad–
–No hay problema ¿dónde firmo?–

A pesar de que firme la hoja con actitud casi desafiante por la forma en cómo la mujer me había hablado, tanta insistencia suya me dejo pensando en el asunto. ¿Será? No imposible. ¿Y dónde sí?

Mientras esperaba empecé a hacer cuentas preocupándome cada vez más, pero en ese momento llegó mi turno y el llamado del radiólogo me saco de mis pensamientos. Me hizo pasar a un pequeño cuarto y pararme al frente de una máquina. Me pidió que mordiera una placa que estaba pegada a ella y apoyara bien mi frente contra el soporte que tenía para eso. Yo le obedecí, pero no dejaba de pensar cuántas personas habían mordido esa misma placa y apoyado sus frentes grasosas contra ese mismo soporte. Pasaron 30 segundos y listo. Salí, pague y me entregaron la espantosa fotografía de la mitad inferior de mi cráneo. Las mire un momento y pude ver lo realmente atravesadas que estaban mis cuatro muelas. Prácticamente en posición horizontal.

Llegue a mi casa en el sector de Belén y cogí el teléfono para pedir la cita para la “cirugía”. No tenía ni idea de cómo sería. Ya me podía ver de bata azul amarrada a la espalda, gorrito y en una camilla. De pronto recordé mi otra preocupación.
– ¿Y si sí voy a estar así: de bata, gorro y en camilla pero para recibir un bebe deforme a causa de la radiación?  
En ese momento una mujer contesto al otro lado de la línea. Inmediatamente le dije el motivo de mi llamada y ella me asigno una cita. Le pregunté que precauciones debía tener antes de la cirugía y cuánto se iba a demorar. Ella me informó que no tenía que tener ninguna precaución en particular y que solo tomaría 45 minutos. Que después de eso podía irme para mi casa tranquila y seguir mis actividades común y corriente.

Durante los días siguientes no dejaba de pensar ni en lo uno ni en lo otro. La cirugía y mi retraso. Mi novio, Jorge Parra, se encontraba más nervioso por lo segundo aunque parecía no disgustarle del todo. Finalmente esa preocupación se disipó. Nada que temer. No seríamos padres de un bebé deforme. Pero la cirugía seguía en pie.

Llego el 30 de julio y mi novio me llevo a la cita, fue una tarde lluviosa y fría. Cuando entramos nos quedamos en sala de espera que parecía más la de una oficina de abogados que la de un médico. Todo estaba silencioso y tranquilo. Después de un rato la auxiliar me hizo pasar, deje a Jorge con mis cosas y entré. Me sorprendí al ver que no había camilla, ni nada. Solo la típica silla de odontología y un gran escritorio detrás del cual estaba sentado un viejito calvo y muy sonriente. Me saludo muy efusivo y tierno, casi como si estuviera recibiendo a una niña de seis años. Hizo un par de chistes sin gracia, seguramente porque vio lo tensa que estaba y quería relajarme. Me pidió que le mostrara las radiografías y se quedó contemplándolas un rato. Para ese momento yo estaba pensando en que mi odontólogo de ojos azules podría haber hecho el mismo trabajo, pues este consultorio no tenía nada de especial, más bien parecía un poco más anticuado y rústico.
– Vamos a tener que sacar solo dos ésta vez. Por la posición que tienen. Están complicadas–
– ¿Qué? ¿O sea que doble dolor, doble convalecencia, doble todo?-
– No, vas a ver que no duele nada. Sin mimos pues– Termino diciendo.

Me pidió que me acostara en la silla y cuando me dirigí hacia ella vi sobre la mesita que estaba a su lado un montón de instrumentos aterradores: Jeringas, bisturís, pinzas y otra cantidad que no sabría cómo nombrar. Lo que no lograba ver por ningún lado era anestesia. ¿Acaso no me dormirían? ¿No se suponía que es una cirugía? A uno no lo operan estando consiente ¿o sí? Me recosté en la silla y él la fue bajando lentamente, mientras tanto mi nerviosismo aumentaba de una manera increíble, sentía el sudor bajándome por la espalda, me temblaban las piernas y se me aceleró la respiración.

Me asombró muchísimo sentirme tan asustada, nunca, ni cuando era pequeña me había pasado algo parecido. Mientras el odontólogo me decía que me relajara que nada malo iba a pasar, yo me decía lo mismo mentalmente, pero en cuanto él me pidió que abriera la boca sosteniendo una jeringa, se me derramaron las lágrimas. Me sentí totalmente infantil pero no lograba controlarlas. Era físico miedo lo que sentía. Le pregunté por la anestesia, si no tenía de ese gas que muestran en la películas con el que lo dopan a uno. Él se rió y dijo que no, que eso era precisamente de películas, que la anestesia la estaba sosteniendo en su mano.

Ya sin poder echarme para atrás me seque las lagrimas, respire profundo, cerré los ojos, me agarre tan fuerte como pude de la silla y abrí la boca. No fue uno, ni fueron dos, ni tres sino cuatro pinchazos con la aguja para anestesiarme las encías de mi lado derecho. Definitivamente el último fue el peor. No pude evitar gritar y soltar el madrazo más sentido de mi vida. La aguja entro en mi paladar y la sentí tan adentro que creí que me iba a llegar hasta las amígdalas. Después mi verdugo me dejo descansar por un momento. Yo, mientras sentía como se entumecían y se hinchaban mis encías y mis labios, trataba de controlar mi respiración. El descanso no duro mucho y ahí si comenzó la verdadera tortura. Vi como agarró el bisturí con su mano derecha y cerré nuevamente los ojos, aunque no sentía precisamente dolor si lograba saber exactamente por dónde pasaba la cuchilla afilada, el sabor de mi propia sangre se deslizaba por mi garganta, que apneas si podía tragar por el entumecimiento, y me provocaba nauseas. No sé que metió después en la boca porque no quise volver a mirar, pero de un momento a otro sentí cómo presionaba fuertemente y cómo traqueaba la muela que comenzaba a desprenderse, la presión era tal que creí que iba romperme el hueso o si no por lo menos iba a desencajarme la mandíbula. Finalmente agarro las pinzas y tiro fuerte varias veces: una, dos, tres, y nada, cuatro y nada. Le toco volver a empujarla otro poco con la herramienta anterior y ahí sí logró sacarla.
– ¡Listo!, ya nació tu primer hijo- Dijo con voz triunfante a modo de charla.
A mí no me causo nada de gracia. Estaba verdaderamente agotada, me dolían las manos de agarrar la silla y  solo quería que acabara de una vez por todas.
Un minuto después volvió a repetir el procedimiento en la muela de arriba. Nuevamente escuchar como traqueaba y se desprendía, hacía que se me destemplara el resto del cuerpo, trague más sangre y me dieron aún más nauseas. Aunque se suponía que esa era la más complicada me dio la impresión de que salió más rápido.
– ¡Listo! Ya salió la gemela. ¡Felicitaciones! Son hermosas.
Para ese momento estaba mareada y bañada en sudor. El odontólogo limpio un poco las cavidades vacías, secó la sangre con unas gasas y pasó a la última etapa: Coser. La aguja con el hilo detrás entraron y salieron varías veces de mi boca, un par de nudos y listo.
–Terminó el parto– dijo. – ¿Quieres conocer a tus bebés?–
El cuento de las muelas bebés ya me estaba pareciendo molesto. Era como si la mujer de las radiografías lo hubiera llamado a avisarle. Me incorporé lentamente y él me señalo la mesita que tenía al lado. Ahí estaban, bañadas en sangre y aún con pedacitos de mis encías pegadas a ellas. Pensándolo bien si había acabado de dar a luz a un par de mellizos deformes.
– ¿Te las quieres llevar?– preguntó
–No– le respondí casi espantada.
Me paré de la silla y les di la espalda rápidamente, dejándolas sobre la fría bandeja metálica totalmente huérfanas.
– Ponte mucho hielo y come bastante helado–
Me entregó una formula y me dijo:
– Esos son los antibióticos que te tienes que tomar cada ocho horas y la droga para el dolor y la inflamación.
– ¿Alguna otra recomendación? ¿Cuándo puedo volver a comer?
–No nada. Cuando te dé hambre come tranquila. Lávate los dientes igual que siempre y has todo lo que tengas que hacer normalmente–
Le di las gracias y salí del consultorio. Jorge ya no estaba en la salita de espera, estaba afuera. Aunque dijo que había salido a tomar aire, supongo que fue que no soportó escuchar mis gritos. Cuando me vio me dio un gran abrazo y me ayudo a subir al carro, luego me llevo a la casa de mis padres en Guayabal, pues mi mamá me había pedido que me quedara allí un par de días para poder cuidarme. Llegamos y mi papá me estaba esperando con cara de angustia. Él sí que les tiene pavor a los odontólogos.
– ¿Cómo le fue mija?- preguntó.
– Fue casi un parto papi. Ahora sí creo que me decidí por nunca darte nietos.

Esa tarde me la pase poniéndome hielo y comiendo el helado que mi novio y mis padres me compraron para consentirme. Llegada la noche no me veía tan hinchada pero la anestesia se había ido por completo y el dolor se estaba tornando insoportable. Me tome la droga según las indicaciones de mi odontólogo y arbitrariamente decidí doparme con otras pastillas para el dolor; sin embargo, solo logré dormir un par de horas. Al día siguiente me desperté con un desagradable sabor a sangre en la boca y me pare para ir al baño a tomar un poco de agua. ¡O sorpresa cuando me miro al espejo! ¿Kiko? No, Kiko – el del Chavo del Ocho- no me llegaba ni a los tobillos. Más parecía una versión deforme de Popeye. Casi me desmayo cuando me vi desfigurada por la hinchazón. Era como si se me hubiera derretido el lado derecho de mi cara y la masa se hubiera concentrado en la mandíbula.

El resto del día me la pase nuevamente quejándome, comiendo helado de vainilla y poniéndome hielo, creo que en esa semana subí casi un kilo. Con el pasar de las horas la hinchazón comenzó a ceder un poco y para el miércoles decidí ir a la universidad. ¡Qué mala idea! No solo me miraban como si fuera un mutante, cosa que al final de cuentas no me importó tanto, sino que el malestar se incremento nuevamente. Al día siguiente, jueves, ya tenía que volver a trabajar, y nada más ni nada menos que a presentar el programa semanal del Concejo de Medellín – que se emite por el canal Telemedellín- el cual era inaplazable. Llame a mi director y lo puse al tanto de la situación: la hinchazón todavía estaba presente y aunque el maquillaje podría disimular el gran morado que tenía, tocaría hacer solo planos generales y cuidar exageradamente el ángulo en que posicionaría mi rostro frente a la cámara. Así lo hicimos y no tuvimos mayores contratiempos. Luego vi el programa y creo que no se notó  tanto, o por lo menos eso decía Jorge, mi novio.
Con el paso de los días todo volvió a la normalidad. Fue una semana en el infierno pero sobreviví; baje el kilo demás que había obtenido por la sobredosis de helado, logre volver a abrir mi boca normalmente, exorcice a Popeye de mi boca  y escribiendo esta crónica hice catarsis y logre superar el trauma. Lo que me tiene pensando por estos días es con qué excusa me voy a deshacer de las presiones que vendrán por parte de mi madre para persuadirme de hacerme sacar las dos cordales restantes. En todo caso algo se me ocurrirá, porque definitivamente ese par de “bebés” se quedarán en su lugar por lo menos los nueve meses reglamentarios.

Crew Peligrosos otra opción en Aranjuéz



La Skuela de los Crew
por Tatiana Villada Díez
Medellín, 2012

A simple vista Los Crew Peligrosos parecen un grupo más de raperos como los muchos que abundan en Medellín, pero cuando uno se acercarse a ellos tan solo un poco, inmediatamente logra darse cuenta que lo que hay detrás de su música, su baile y sus grafitis es algo mucho más grande que su arte. Es un proyecto de vida, pero no de unos cuantos, sino de cientos de jóvenes de las comunas  de la ciudad.

Los Crew Peligrosos son un grupo de hip hop -como aclara siempre el Jke, su fundador-  no solo de rap; porque en el convergen los cuatro elementos que así lo definen: los MC (raperos), el DJ (Disc Jockey), los Bboys (bailarines de breakdance ) y los grafitteros. Por esta razón el grupo está conformado nada menos que por 24 integrantes.  Sin embargo, se puede decir que la comunidad de los Crew está conformada por más de 400 personas, en su mayoría niños y jóvenes (contando solo los de Medellín) que hacen parte de la Eskulela Cuatro Elementos a la que este grupo le dio vida en el año 2003, y que desde entonces, con mucho esfuerzo, mantienen de su propio bolsillo.

Sobre los Crew había oído hablar muchas veces y aunque no es el tipo de música que suelo escuchar, sí había visto algunas cosas de ellos en Youtube y en algunos canales locales. Incluso hace algunos años coincidí con ellos en varios eventos de ciudad por cuestiones de mi trabajo como productora de TV en Telemedellín. Desde siempre me llamo la atención la buena energía que imprimen en su música y que se siente entre ellos, pero solo hasta hace poco me enteré de la labor social tan destacable que hacían. Acudí a ellos y a un grupo de Rock llamado Nepentes para proponerles hacer una canción colaborativa que hiciera una reflexión sobre el empoderamiento ciudadano y la importancia de participar en las decisiones políticas de una ciudad, teniendo en cuenta que ambos grupos desde distintas perspectivas se relacionan con este tema. Esto inicialmente era un trabajo universitario pero después se convirtió en la disculpa perfecta para conocerlos y enamorarme de lo que hacían.

Henry Arteaga, más conocido como el Jke fundó a los Crew Peligrosos en 1999 después de haber tratado por un largo tiempo de convertirse en futbolista, de haber trabajado como distribuidor de las arepas que hacía su papá y que eran el sustento de su familia – me decían el arepero, cuenta jocosamente- y de haber tratado de pertenecer al Ballet Folclórico de Antioquia cuando inicialmente ni siquiera sabía bailar. La historia de su vida es ejemplo de superación, de perseverancia, de trabajo y dedicación. Él ha logrado inspirar a muchos jóvenes de su comunidad que han decidido seguir sus pasos. Esta influencia tan positiva que ha ejercido en ellos y por la cual ha logrado generar cambios sociales importantes, lo posicionan hoy como uno de los líderes sociales más conocidos y constantes de Medellín. El Jke nació y creció en la violenta década de los 90 en la comuna 4 - Aranjuez, que hoy por hoy se sigue despuntando entre las bandas criminales que buscan colonizar territorios para extender sus plazas de venta de drogas. Él, no lejano a la difícil situación que se vivía en su barrio desde que era pequeño, decidió tomar un camino diferente al de las armas. Su camino siempre fue buscar ser alguien, alguien importante y con poder, pero un poder distinto al de las pandillas o mafiosos, un poder positivo y para el cambio, un poder con el que arrastro tras de sí a los que hoy son su familia, los Crew.

La primera vez que me reuní con Henry y con Nano el vocalista y compositor de Nepentes fue en la Institución Educativa Tomás Carrasquilla de Aranjuez, donde actualmente funciona de manera parcial la Eskuela Cuatro Elemento a falta de una sede propia. Fue en la noche, alrededor de las ocho y cuando llegue con mi compañera de trabajo Lina Arango, lo que más me impresionó fue ver tal cantidad de niños y jóvenes bailando por todas partes. Lo que de día era un colegio común y corriente, lleno de pupitres y de niños uniformados, en la noche se había convertido en una gran pista de baile llena de color y alegría. En cada salón había un grupo de alumnos y un profe, los alumnos parecían coincidir en edad o en nivel de baile y los profes eran los integrantes de los Crew. Aunque todos nos miraban un poco extrañados y curiosos por nuestra presencia allí, creo yo porque claramente nuestra vestimenta y forma de hablar resaltaban evidentemente distinta a la suya, nos recibieron con mucha amabilidad.

La Skuela Cuatro Elementos nace oficialmente en el año 2003 y cuando uno le pregunta a Henry por qué decidió montar una escuela de hip hop, él responde que no fue algo que él haya decidido sino que se dio de manera espontánea. El  Jke es una persona que disfruta de compartir lo que sabe y lo que tiene, por eso cuando un pequeño niño asombrado al verlo bailar se acercó y le pidió que le enseñara, él no dudo en hacerlo. Este niño, Feiser Torres, más conocido hoy como Izel, que de ahí en adelante no se le despegó a Henry, llamo a otros niños y estos a su vez a otros y así sucesivamente, hasta que un día cientos de niños había dejado de perder el tiempo en las calles o de estar envueltos en actividades peligrosas, para dedicarse al hip hop, haciendo de éste no solo su estilo y proyecto de vida sino creciendo como personas a través de él. Es así como todos los integrantes del grupo se convierten en profes y donan su tiempo e incluso invierten dinero para que la escuela se mantenga a flote y la familia Crew siga creciendo.

Después de esa primera reunión que tuvimos con ellos, siguieron muchas otras visitas a la escuela. En cada una pudimos conocerlos un poco más y en esa misma medida más nos enamorábamos de su proyecto. La idea de la segunda o tercera visita era realizar un conversatorio para hablar con ellos de participación ciudadana y de ahí sacar la letra de la canción. Ese día cayó sobre Medellín un fuertísimo aguacero, cuando llegamos a la escuela entraba agua por todos lados, los corredores estaban prácticamente inundados y el agua entraba incluso por el techo de los salones. Muchos niños no pudieron llegar pues la mayoría llega a pie, y gran parte de ellos desde grandes distancias. A la escuela asisten niños y jóvenes no solo de Aranjuez, sino también de Manrique, de los Populares, de Caldas, y muchas otras comunas de Medellín. En ese momento fue cuando realmente dimensioné la falta de una sede digna y adecuada para ellos. Aunque la escuelita donde les prestan el espacio suple ciertas necesidades, los horarios son reducidos y el espacio es pequeño e inadecuado, por lo que muchos otros jóvenes que quisieran asistir no pueden hacerlo pues ya está excedida la capacidad que allí pueden atender. Para Henry y su combo, una de las más grandes preocupaciones es conseguir una sede propia y hacer que este proyecto pueda ser sostenible en el tiempo.

Durante la charla del conversatorio pasaron muchas cosas, principalmente nos dimos cuenta que hablar con jóvenes sobre política es muy difícil y que son pocos receptivos a las discusiones sobre el tema. Finalmente la letra de la canción quedó en veremos, pero una vez más esta interacción me sirvió como  disculpa para tratar de entender la forma en cómo ellos ven y viven el mundo. Así a ellos nos les interese el acontecer político del país o de la ciudad, en si mismo son un ejemplo de cómo debería funcionar una sociedad.

Al preguntarle a Henry por la filosofía de los Crew, no hay una respuesta contundente, son tantas cosas las que los inspiran a ser lo que son que para ellos es difícil definirse en unas cuantas palabras. Sin embargo, después de haberlo escuchado en muchas ocasiones hablar por varias horas del proceso que han llevado, de la manera en que hacen las cosas y de todo lo que han logrado y sueñan con lograr, pude llegar a ciertas conclusiones. Disfrutar de su arte siendo los mejores en lo que hacen y convertirlo en proyecto de vida que puedan compartir con los demás son, creo yo, algunas de las principales ideas motores que los mueven y los definen, y son, desde mi punto de vista, lo primero que aprenden los alumnos en la Skuela Cuatro Elementos.

Una de las cosas que más me impresiona de ellos es como se entregan a lo que hacen, muchos trabajan y estudian con mucho sacrificio y en condiciones muy difíciles y a pesar de esto son constantes en las clases y entrenan hasta largas horas de la noche para convertirse en los mejores bailarines, en los mejores Dj, en los mejores raperos o en los mejores artistas. Para la mayoría faltar a clase es casi un pecado. Entre ellos no existe el egoísmo, lo que es de uno de es de todos; esto hablando desde cosas materiales hasta el conocimiento. Relata el Teacher (Johan Serna), que ahora es profesor de Brakedance en la escuela pero que comenzó como todos ellos, como un estudiante; que una vez los llamaron para un evento al que todos querían ir pero que el presupuesto de este sólo alcanzaba para pagarle a unos pocos y que con ellos debería montarse el show. La mayoría, sino todos estos jóvenes, son de estratos bajos y por lo tanto el dinero que reciben por sus presentaciones para muchos es su sustento. Se sentaron entonces a decidir quiénes iban a ser los escogidos que irían a presentarse, después de un rato de proponer al uno y al otro llegaron a una decisión salomónica: todos irían, y el dinero que les pagaran lo usarían para pagar el transporte y las cosas que necesitaban para ir. Al final del cuento ninguno ganó dinero, pero la pasaron muy bien juntos y pudieron compartir esta experiencia. Este es el tipo de cosas que hacen parte de su filosofía de vida, de su razón de ser y que es difícil poner en palabras. El que uno de estos jóvenes te cuente que su compañero pasó a una competencia muy importante y que él estaba tan feliz que sentía como si fuera él que se fuera a ganar el premio, o que otro te diga que no importa el clima o lo cansado que esté, no deja de venir a dar clase porque para él lo que más le llena la vida de alegría es que un niño se acerque y le diga que le enseñe porque quiere ser como él. Todas estas son cosas que te dejan una enseñanza invaluable. La envidia, que tanto daño le hace al mundo y por la que tantas personas han muerto no tiene cabida entre estos muchachos. Como en toda comunidad a veces hay problemas entre ellos, pero su modo de solucionarlos es a través del dialogo, del consejo o de sencillamente retarse a una competencia de baile.

El sistema a través del cual se mantiene la escuela de los Crew es sencillo. Primero parten de una base conceptual que me dejo impresionada. Tienen muy claro que es lo que están haciendo cuando hacen hip hop, de dónde viene, cuál ha sido su historia, cómo se ha transformado y cómo debe ser el proceso que deben seguir para aprender a hacer de la manera correcta cualquiera de los cuatro elementos. En conclusión, el proceso formativo es muy organizado y bien fundamentado. Por otra parte, como el número de alumnos cada vez es mayor, quien llega a dominar una técnica se convierte en profesor y le transmite sus conocimientos a un nuevo grupo. Estos jóvenes reciben toda esta formación de manera gratuita, ninguno debe pagar absolutamente nada y en muchos casos entre los mismo integrantes del grupo o sus mismo compañeros les ayudan a costear los pasajes o elementos que necesiten para su entrenamiento. Por esto, quienes pasan a ser profesores, lo hace con gusto de manera gratuita. Allí ningún profesor cobra nada por su trabajo.
Por último, como lo que se busca es que todo lo que aprendan dentro de la escuela les sirva para que conformen su propio proyecto de vida y a partir de este puedan sostenerse económicamente y salir adelante, la escuela constantemente busca aliados que patrocinen la educación formal de estos jóvenes, hay quienes estudian música, artes plásticas, etc. y en cada contrato que los Crew Peligrosos consiguen fuera o dentro de la ciudad y el país buscan vincular a sus estudiantes de una u otra forma.

Los Crew Peligrosos, como lo ven, no son solo un grupo más de rap de la ciudad. Hacen música de muy alta factura que ha sido reconocida en el medio artístico y por eso son uno de los mejores grupos de Hip Hop de Latinoamerica, gestores de eventos como el Hip 4 en el cual compiten los mejores exponentes del género y más allá de eso son gestores de cambio social. Un cambio social que muchas administraciones locales y nacionales envidiarían lograr.
Por el momento la canción sigue en construcción, como sigue en construcción este proceso de la Skuela Cuatro Elementos en la que de cierta forma hasta yo me convertí en alumna pues han sido días de grandes enseñanzas que me han puesto a reflexionar sobre mi papel y el papel que jugamos todos en la construcción de nuestra querida Medellín. Estos jóvenes, me han demostrado que no se necesita dinero ni grandes campañas para hacer algo por los demás. Ojalá que pronto puedan conseguir su tan anhelada sede y que  puedan seguirle arrebatando jóvenes a las calles. Ojalá que pronto muchos sigan su ejemplo.




La historia de un líder de restitución de tierras en el Uraba Antioqueño, sus ires y venires; sus luchas, sus ganancias y sus pérdidas


El león enamorado que lucha por la tierra de los despojados
Por Tatiana Villada Díez
Marzo de 2013


Al mirar de lejos a Fernando León Enamorado es difícil adivinar de qué tipo de persona se trata. A pesar de que es un hombre muy alto, moreno y delgado pero enérgico, su actitud es tímida — casi inocente —, su mirada tranquila y su voz suave. No se ve del tipo de esos hombres que en la batalla escogen ir en la línea del frente. Eso fue lo primero que pensé cuando llegue a la Fundación Forjando Futuros en Medellín y lo vi sentado hablando con el que parecía un periodista de algún medio caleño (por su acento). Por lo poco que sabía de Fernando y a lo que se dedicaba, esperaba encontrarme con un hombre recio y de carácter fuerte.

Una vez término de hablar con el periodista me invitó a sentarme. Su recibimiento — como él — fue tímido pero amable y poco a poco mientras me relataba la historia de su vida — esa misma historia que tantas veces ha tenido que repetir ante los medios y el gobierno en busca de ayuda para que no llegue a su fin — me demostró que las apariencias engañan.

Fernando León Enamorado es un comprometido líder de restitución de tierras que comenzó en Urabá, zona en la que nació. Su vida al igual que la de su región ha estado marcada por la guerra, la pobreza, el desplazamiento y las amenazas. Aunque ayudó a muchos a recuperar lo que les pertenecía, él casi lo pierde todo y hoy está lejos de su tierra, temeroso de volver y escoltado las veinticuatro horas del día por estar bajo amenaza de muerte por parte de los paramilitares.

—Antioquia, es el departamento con la cifra más alta de áreas reclamadas con 22.998 hectáreas, lo que equivale al 15.55% del territorio reclamado por víctimas de desplazamiento forzado o de despojo (Cifras publicadas por la Oficina de Restitución de Tierras adscrita al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.)­—­

Al comenzar la entrevista casi no logro entender bien lo que me dice, le pido que me hable un poco más fuerte y lento. Él me responde en forma graciosa que no puede hablar más duro porque ya lo habían regañado por esto y que además como en el atentado perdió la mitad de su lengua le cuesta un poco pronunciar bien las palabras, acto seguido abre la boca y me muestra lo que queda de ella y que solo llega hasta la frontera que marcan los dientes. ­— ¿atentado? Yo no conocía mucho de su historia, llegue a él cuando le pedí a la Fundación Forjando Futuros que me contactaran con alguien que estuviera bien empapado en el tema de restitución de tierras por haberlo vivido en carne propia. En la Fundación me lo recomendaron por ser un líder en restitución de tierras muy activo, pero más allá de eso y de su nombre no me dieron más información — Aunque él me respondió casi en son de broma y con una gran sonrisa en el rostro, yo no puede evitar sentirme mal por lo que le había pedido debido a mi ignorancia.

En ese momento se me hicieron más notorias las cicatrices de su rostro y una grande en su garganta, que obviamente era la secuela de una traqueotomía y que relacione mentalmente con el atentado que someramente me había mencionado y que luego me relato con más detalle.

— Aunque no hay cifras exactas sobre la cantidad de líderes y reclamantes de tierras asesinados o de los que están bajo amenaza de muerte, ya que entre las que entrega el Gobierno Nacional y las que revelan las entidades privadas nacionales e internacionales hay discrepancias, se cree que alrededor de 60 líderes de procesos de restitución de tierras han sido asesinados en Colombia. Por otro lado, la Unidad Nacional de Protección (UPN) anuncio el 2012 que para el primer semestre ese año había 75 líderes con esquemas de protección asignados y que en el segundo semestre serían más de 150. Esto revela en parte la crítica situación de seguridad que sufren los líderes y reclamantes de tierra del país. —



Antes de la historia del líder hay una historia de vida

El León Enamorado al que se dedican estas páginas sufrió un atentado que por poco le arrebata la vida por el simple hecho de defender los derechos de su comunidad. Sin embargo, esto fue sólo uno de los acontecimientos que pertenece a una larga lista de hechos relacionados con la violencia que se sufre en este país y que han marcado la historia de su vida. Es curioso que al pedirle a Fernando que me contara sobre su ella, él la dividiera en capítulos que empezaban y terminaban con la salida o llegada a su pueblo después de haber sufrido amenazas directas o por el simple miedo de lo que podía pasar por nunca haber cedido ante los grupos que intentaban reclutarlo o matarlo.

Lo de pelea por las tierra vino después — o tal vez estuvo siempre pero de forma diferente— y debería ser lo inmediato y primordial en este relato que hace parte de un reportaje sobre la restitución de tierras en Antioquia. Sin embargo para entender la importancia de un proceso como este en nuestra región y en el país, es primordial entender qué ha llevado a que sea tan necesario y apremiante y para esto hay que entender la vida del que ha sufrido en carne propia la infamia de la guerra.

Repasar la historia de Fernando, es repasar la de muchos desplazados y víctimas de la violencia. Es entender el día a día de muchos campesinos de nuestro país que es ajeno para la gran mayoría de los que vivimos en el interior de la grandes ciudades. Es por esto que considero importante darle vía libre a la historia que me relata esta voz, que a pesar de las balas que intentaron silenciarla, sigue siendo fuerte y contundente. Después hablaremos de tierra.

Fernando: Yo nací en la religión de Urabá específicamente en Chigorodó. Tengo 35 años, bueno casi 36, ya el otro mes los cumplo (abril). A la edad de los ocho años me llevaron para el municipio en Necoclí y allá crecí, en esa región, en el Urabá. Allá empecé a estudiar y por cuestiones económicas estudie solo hasta cuarto de primaria y me puse a trabajar con mi papá que administraba fincas.

Él siempre trabajó en eso pero cuando los grupos ilegales, más que todo la guerrilla, comenzaron a extorsionar y extorsionaron al dueño de la finca donde él trabaja, pues entonces el dueño vino y vendió todo eso. El dueño era un señor de aquí de Medellín, ahí mi papá se quedó sin trabajo y con la liquidación que le dieron compró una tierra por allá. Me acuerdo que la liquidación fueron 900.000 pesos y la tierra costo 800. Entonces, entre trasteo y todo eso nosotros quedamos mejor dicho sin con que comprar una libra de arroz y esa tierra era puro rastrojo, puro monte, no tenía nada sembrado… Eso fue como en el año 90, yo estaba como de 11 o 12 años en ese tiempo y como a los 14 fue que me toco salirme del colegio y comencé a trabajar con mi papa y en una cosa y en la otra para que los otros hermanos míos pudieran estudiar.

Nosotros somos nueve hermanos, tres hombres y seis mujeres. Estamos vivos dos hombres, a uno lo mataron en el 96 los paramilitares, supuestamente lo mataron equivocadamente, ya cuando lo habían matado dijeron que no era a él al que estaban buscando, pero ya después de muerto ya pa’ que. Yo soy el menor de los hombres y la última tiene 11 años.

Mi familia sigue en Urabá, inclusive también ya han tenido varias amenazas, yo les digo que vendan y se vengan, pero mi papa tiene 85 años y una persona a esa edad se apega mucho a las cosas, y como el trabajo tan duro en esa finca yo me pongo a pensar que es eso. Mi mama si quiere venirse pero no quiere dejarlo solo allá. Con ellos están solo dos hermanas, el resto está por fuera, en la zona de Urabá pero no en la finca.

En la finca montamos puro potrero y unos pedacitos para cultivar y de eso viven. Allá hay unos animalitos para la lechita y alquilan para pastar. Ahora después de que pasó todo lo que ha pasado a mí me toco venirme para acá, pa Medellín.

Se puede decir que en pocas palabras Fernando cuenta una historia que parece conocida. No es la primera vez que escuchamos de un niño que crece y vive en medio de una zona de violencia y que está supeditado a ella. Las tomas guerrilleras, la incursión de los paramilitares e incluso la del ejército, condicionan sobre todo en las zonas rurales y aparatadas, la vida de quienes allí nacen o viven.

— En cifras, el conflicto armado colombiano, ha dejado cerca de 600.000 personas asesinadas por diversos grupos armados y la fuerza pública (estimación del gobierno en septiembre de 2012), Más de 2.000 personas han muerto y 7.900 han resultado heridas desde 1990 por el uso de minas antipersona (estadística del gobierno), Alrededor de 15.000 personas han sido víctimas de desaparición forzada en los últimos 30 años (Alto Comisionado de la ONU Para los Derechos Humanos). Y en cuanto a la población desplazada, Colombia es el país con mayor número de desplazados por la violencia, incluso por encima de Irak, Afganistán y el Congo. Se habla de cerca de 4 millones de personas que se han visto obligadas a abandonar su tierra debido a la presión que ejercen los actores armados que se disputan el control de las diferentes regiones del país. En Antioquia son 700 mil desplazados (www.verdadabierta.com, 2013). —

Fernando: Yo he tenido cinco desplazamientos. El primero fue en octubre del 1994 cuando vivía en la tierrita de mi familia en el corregimiento de pueblo nuevo en Necoclí. Allá llegaron los paramilitares y el primer día mataron a 16 personas, casi todos cabezas mochas (decapitados) excepto uno que lo ahogaron y otro q lo mataron a tiros, ahí cayo un tío de nosotros. El cuento con mi familia fue porque uno de los familiares de nosotros le compraba ganado a la guerrilla y esa gente (los paramilitares) se dio cuenta de eso y empezaron a decir que toda mi familia era guerrillera y a todo los hombres de la familia nos tocó salir de allá, mi papa si no salió. De ahí me fui pa Apartadó y dure allá como hasta el 96.

Luego volví a Pueblo Nuevo y como no encontré trabajo, porque allá no había trabajo sino era para esa gente, los paracos, me devolví a Apartadó. Ese año mataron al hermano mío en Chigorodó, al que confundieron.

— Las desapariciones forzadas se convirtieron una estrategia fundamental para los grupos armados ilegales, principalmente para las autodefensas o paramilitares. Según las cifras de Justicia y Paz a diciembre de 2012, gracias a las versiones de los desmovilizados, ha sido posible exhumar 3.929 fosas comunes en las que se han encontrado 4.809 cadáveres de personas que estaban desaparecidas. Sin embargo, estas cifras corresponden a penas a 25 por ciento del total de las desapariciones forzadas registradas por el gobierno, que llegan a ser casi 19 mil. (www.verdadabierta.com, 2013)—

Fernando: (el segundo desplazamiento) Ya al tiempo me devolví pa la finca y empecé a trabajar manejando un bote. El río Mulato se había llevado el puente y entre la comunidad se compró uno para cruzar la gente. Yo desde que llegue como que le caí mal al comandante paramilitar que había en esa época por allá y ese man ya había matado a varios solo porque le caían mal.

Una vez hubo una fiesta en el pueblo, fue un domingo. Yo me fui por la noche y cruce a los que se quisieron ir conmigo. El lunes en la mañana a las seis yo madrugue a cruzar la gente, los profesores que iban pa la escuela y así, cuando llegue al otro lado él estaba ahí (el jefe paramilitar) y yo lo cruce pero me le olí las malas intenciones porque no dejo que nadie más se montara. En todo el recorrido yo no le miré la cara sino las manos y entonces cuando lo deje al otro lado él brinco y con el pie tiro el bote hacia afuera y se giró, le echó mano a la pistola y hizo como seis tiros pero al agua, porque como yo le vi la mala intención desde que empujo el bote me tire de una y no me alcanzó a dar. La cosa se quedó así, a los días me toco irme para Arboletes y dure allá como tres meses, y como estaba todo aburrido sin trabajo y sin nada por allá pues me devolví pa la casa. Lo curioso fue que ese mismo día que me devolví lo mataron a él porque había matado a mucha gente inocentemente, hasta a un niño como de 9 años y a un viejito. Los paracos lo mataron.


(Tercer desplazamiento) Después fue ya el problema con el Alemán, ese que está cogido aquí. Él tenía el campamento como 10 minutos de la casa. Una vez mando unos hombres allá a buscarme y yo le mande a decir que yo no tenía nada de qué hablar con él, que yo no iba a ir, que si él quería hablar conmigo que viniera. Yo no me andaba con cuentos. Ya después un día más que otro llego él mismo como con 150 hombres y me dijo que él quería que trabajara con ellos, que porque yo conocía a toda la zona y yo le respondí como tres cosas y ya: “Una de las cosas que no me gusta es lo siguiente, ustedes no investigan a nadie para matarlo, a ustedes cualquier vecino llega y les dice que el otro es guerrillero solo porque le tiene rabia o por cuestión de mujeres o lo que sea y ustedes llegan en la noche y ¡pam! lo matan y no investigan si es verdad o no. Segundo, ustedes han matado mucha gente inocente que nada tiene que ver con la guerra, una guerra que ni ustedes mismo entienden. Así le dije. Y lo otro, digamos que yo hago parte de sus hombres, de sus filas pero un día para probar finura ustedes me mandan a matar a una persona, yo sé que no voy a ser capaz de matarla porque esa persona no me hizo daño a mí ni a mi familia…” Ese man no me contesto ni una palabra, arrancó y se fue.

Cuando estaba ahí yo no tenía miedo de nada pero después que él se fue ahí sí. Dure como cuatro días en pueblo pero no dormía en la casa nunca, cada noche dormía una casa distinta porque me dio como… ¡aja! que por las palabras que le había dicho él mandara a buscarme y con esa zozobra ya después me fui a Apartadó otra vez.


(Cuarto desplazamiento) En Apartadó me conseguí un trabajo en una finca bananera, dure trabajando allá seis años, empecé en octubre del 1999 hasta mitad de 2003. Yo pase todo ese tiempo de violencia trabajando allá. Oiga, encontraba uno muertos todos los días, todos los días mataban gente, iban y los mataban delante de uno y todo allá en la finca. Es que allá era muy complicado. Por ejemplo: si esta finca apoyaba los paramilitares, allá iban y los mataban los de la guerrilla; o que si esta otra finca apoyaba a la guerrilla, allá llegaban los paramilitares a matar la gente también. Por eso hubo tanta masacre en Urabá, no había ni término medio, pero tampoco ni pa allá, ni pa acá. Estando allá también tuve un montón de problemas y comenzó la vaina, la perseguidera y me toco retirarme de allá y otra vez me fui pa la finca… Allá no había más nada que hacer sino trabajar para esos paracos, y yo no quería trabajar con ellos. El que quería trabajar tenía que hacer lo que ellos dijeran… de ahí que me volví a ir y no regrese sino hasta el 2007 que fue cuando empecé a trabajar con la comunidad desplazada y luego con el tema de tierras.

A Fernando no le faltaban problemas con los paramilitares, la guerrilla y demás ¿Qué pudo haberlo impulsado a convertirse en líder de la comunidad a sabiendas del peligro que esto le podría significar? Él mismo no lo sabe, dice que por casualidad, que la gente lo escogía. Tal vez el destino, la casualidad como él dice o que en el fondo y sin saberlo consiente tiene desde siempre una fuerte vocación de servicio y algo de terquedad — o más bien mucho. —

Fernando: cuando empecé a trabajar con la comunidad fue con una cooperativa orientando a la gente sobre todos los productos y las cosas que hacíamos, luego de eso trabajé en la junta de acción comunal y después de eso comencé a trabajar con la población desplazada con una asociación que no me acuerdo como se llamaba – una de desplazados – eso fue en Necoclí en el 2006. Cuando eso ya había pasado la ola de violencia y había muchos desplazados en la región y yo comencé a trabajar con esa población y después me nombraron coordinador de 8 veredas cercanas. Yo trabajaba con alrededor de 1.000 familias de población desplazada en esas ocho veredas. La función mía fue primero conseguirles el registro en la base de datos única de población desplazada. Oiga, eso era un problema, pero gracias a Dios logre ayudar a mucha gente y no solo a que se les reconociera como desplazados sino explicándoles a qué tenían derecho con la ley anterior de víctimas y ahí trabaje de la mano del ACNUR, DAPARD y Acción Legal ayudándoles a entrar al terreno. Yo iba de vereda en vereda buscando capacitaciones pa la gente, ponerlos a estudiar; era una cosa bien montada.

Resulta que una vez me corcharon. Me preguntaron qué cuántas personas y qué cuantos niños y qué cuántos adultos y yo quede… —a mí me pasa un cosa y yo trato de superarlo para que no vuelva a pasar— Entonces hice un censo y ya cuando me preguntaban ya sabía: tengo tantas en esta vereda, tantas en esta otra, tantos son niños, tantos estudian, tantos no y así. Tenía todo listo hasta me lo aprendí.

Después de eso fue que me metí con el tema de tierras —eso fue en el 2007— porque haciendo el censo la gente le iba comentando a uno que habían perdido una tierra, que esto y que lo otro y yo lo anotaba, pero como en ese entonces no tenía conocimiento de eso yo solo lo guardaba ahí como información. Ya después me conectaron con el líder de la Asociación Mesa Campesina en Mutatá, el señor Beningno Gil —que lo mataron los paracos de Urabá en el 2008— y me estuvo contando por teléfono el tema de tierras, yo le conté lo que la gente me decía y a raíz de eso yo convoque por la radio una reunión para hablar sobre el tema. A esa reunión fue Beningno y también fue gente de todos los municipios: San Juan, Arboletes, Necoclí… y bueno mucha gente. Fueron como 500 o 600 personas. En esa reunión ellos me escogieron para que fuera representante de la Mesa Campesina sobre el tema de tierras.

Yo me metí en eso pero nunca me imaginé que fuera a llegar hasta donde ha llegado, bueno. Eso fue el 6 de mayo del 2007 y después en julio nos empezamos a tomar las fincas que le habían quitado a la gente por la vía de hecho. ¿Eso qué es? Es que tú te metes a las malas a un sitio o te tomas algo por ti sola. Por ejemplo: ese computador es tuyo y yo lo tengo, entonces tú llegas con 10 o 15 personas y me lo quitas porque es tuyo... así hacíamos nosotros, por la vía de hecho quitábamos las tierras que le habían quitado a los campesinos.

De esa manera logramos restituir unas 2.000 hectáreas de tierra. Esas tierras durante el conflicto las quitaron los paramilitares pero ya luego aparecían a nombre de otras personas, de empresarios, de multinacionales, cooperativas, fondos ganaderos, palmicultures… Ellos tenían siempre un administrador o un trabajador cuidando el terreno o la finca. Nosotros nos metíamos de 100 a 200 personas y sacamos al que estaba ahí, nos quedamos ahí un mes o dos meses si era el caso y cuando ya veíamos que todo estaba calmado dejábamos al campesino que era originalmente dueño de esa tierra con otras 10 o 15 personas para que no los fueran a sacar y así hacíamos sucesivamente. Pero de 15 fincas que quitamos, actualmente solo 5 familias lograron quedarse en sus tierras

Después de un año de andar en esas, a finales del 2008, el 22 de noviembre mataron a Benigno Gil y a nosotros nos metieron 200 policías en un finca que nos habíamos tomado en Mutatá. Igual nosotros seguimos, incluso varias veces llegamos a desarmar a los paracos que iban a sacarnos, como éramos tantos, los desarmábamos y los dejamos amarrados tres o cuatro días, ya después los soltábamos para que se fueran.

Después como en febrero nos juntamos todo los líderes de la región con Carmen Palencia que hoy es la presidenta de la Fundación Tierra y Vida y formamos la Asociación de Restitución de Bienes y Tierras de Urabá (ASOVIRISTIVI). Con la asociación realizamos un proyecto piloto en cuatro veredas de Turbo: La Teca, California, La Unión y Calle Larga. Logramos que se les entregaran los títulos de sus tierras, una formalización es que lo llaman. Actualmente en Urabá hemos entregado unas 6.000 hectáreas de tierra a través de la asociación. En el 2010, en noviembre, la montamos a nivel nacional y se llamó Tierra y Vida. Actualmente hay doce sedes en diferentes regiones, casi en todos los departamentos. Que se ganó el premio nacional de paz y ahí vamos.


El quinto desplazamiento

“Prensa CODHES Consultoría para los derechos humanos y el desplazamiento, 27 de Octubre de 2010. El líder desplazado Fernando León Enamorado de la Asociación de víctimas para la restitución de tierras y bienes (Asovirestibi), recibió varios impactos con arma de fuego. En la noche de ayer el señor Fernando se encontraba en su vivienda en el municipio de Apartadó a donde llegaron tres hombres sin identificar y le propinaron varios dispararos, en estos momentos su estado es crítico.”

Dice Fernando — con evidente tristeza en su voz— que tras la muerte de su compañero Benigno Gil Valencia, fundador de la Asociación y Presidente de la Mesa Nacional Campesina, las cosas se le complicaron y comenzaron nuevamente las amenazas, esta vez por su ejercicio como líder de los reclamantes de tierras en Urabá.

Fernando: el 5 de enero de 2009, saliendo de una reunión el corregimiento La Changa de Necoclí los paracos me bajaron del carro en el que iba para el pueblo. La gente creyo que ese día me iban a matar y esa era la orden que tenían. No lo hicieron porque yo adelante la reunión un día y se dieron cuenta tarde, ya cuenta tarde, ya cuando se había acabado y la orden era matarme delante de toda la gente para que la gente cogiera miedo.

Ahí hable con Giovanni (el cabecilla paramilitar) por primera vez y me dijo textual: “Usted hace rato viene fregando con esto y no se le ha dado, quiero que me saque la gente de allá y que no haga más reuniones ni por acá ni por ningún lado. No lo tome como una amenaza.” Él estaba ardido porque la reunión la hicimos en la finca de él, que nos la habíamos tomado por vía de hecho.

Ese día íbamos para Bogotá con un grupo de líderes para asistir a una reunión con el entonces comisionado para la Paz, Frank Pearl y a firmar la asociación ASOVIRISTIVI, teníamos la reunión el 7 pero yo llame a los compañeros y les conté lo que estaba pasando y les dije que no podía ir.
En ese momento yo llegue a pensar en dejar todo quieto y en echarme pa atrás. Yo me metí en esto por un tema social y no pensé que fuera a llegar hasta donde ha llegado. Pero ni yo no estoy reclamando tierra ni mi familia.

Ya ahí me fui para Pueblo Nuevo, pa la finca de mis papás en la vereda Ecuador y retome el trabajo con la población desplazada de toda esa zona. La gente muy contenta porque había vuelto. Un momento más que otro, los paracos pusieron seguridad en mi vereda en el Ecuador, cuando allá nunca… eso lo hacían en la veredas cercanas en dónde yo trabaja con los desplazados para controlar quien entraba y quién salía pero en la mía nunca. La gente empezó a preguntarse por qué y me decían a mí, por fue justo cuando yo volví. Yo me hacía el bobo y decía que no sabía, que esa gente estaba loca. Yo a nadie le dije, ni a mi amá lo que estaba pasando conmigo, de las amenazas y eso.

Un día, después de que salí de una reunión de desplazados en el casco urbano de Necoclí y que ya estaba cogiendo el chivero para irme pa la casa me llamaron al celular y me dijeron que me bajara. Resulta que a la vereda habían ido manes que no conocía nadie y a preguntar por mí y que a revisar cada carro que llegaba. Ellos le preguntaron a la pelada de la tienda y como ella pertenecía a la junta de desplazados que teníamos nosotros allá, ella le mandó una al vicepresidente de la junta de acción comunal para que me avisara porque él vende minutos. El me llamo y me contó y yo me quede en el pueblo. Antes de esa llamada yo ya me había dado cuenta que ese día me estaban siguiendo. Yo ese día fui a varias reuniones y siempre había un mismo man en todos lados.

Resulta que en esos días habían cogido a alias “Don Mario” cerquita de la finca. Y ellos creían que yo lo había entregado. Sospechaban de mi porque yo entraba y salía de la vereda todo el tiempo por lo del trabajo que hacía de la comunidad, y ellos pensaban que yo estaba era llevando información.

— “El Espectador, Judicial |15 Abr 2009 - 8:59 am. Capturan a 'Don Mario', el capo del narcotráfico en Colombia. Un amplio dispositivo de la Fuerza Pública, que se desarrolló en tres fases permitió la captura del máximo jefe del narcotráfico en Colombia. Más de 600 hombres de la Policía -250 de ellos Comandos Jungla y 50 de la Dijin- llegaron hasta la vereda Manuel Cuello, entre Turbo y Necoclí en Antioquia a una finca donde se escondía el capo Daniel Rendón Herrera, alias <<Don Mario>>.” —

Ya esa vez fue cuando me fui pa Apartadó y no volví más a la finca. Llame a mi mamá a que me mandara la ropa y allá estuve unos seis o siete meses hasta que llegaron allá. Dos hombres en una moto fueron un día a la casa de mi hermana en el barrio obrero donde yo me estaba quedando y que miraban pa dentro y dieron ronda varias veces, mi tía me llamó a advertirme que no fuera a ir. Como yo no estaba ahí, me fueron a buscar a la finca donde estaba trabajando pero como yo estaba muy pa dentro no me vieron. Eso fue el 4 de enero de 2010.

El día antes, el domingo, mi mamá me había llamado a decirme que habían ido a la finca a decirle que a mí me iban a matar porque estaban arrepentidos de no haberme matado el día que tenían que matarme —o sea la vez que me les adelante en la reunión—. Yo no le dije nada a ella de que ellos estaban buscándome en Apartadó también.

Cuando ya vi que fueron a la finca, a donde mi hermana y que vinieron a la finca donde estaba trabajando… ahí sí vi la cosa complicada entonces llame acá a la fundación (Forjando Futuros) y a Gerardo (Gerardo Vega, presidente de la Fundación Forjando Futuros) y les conté como estaba la cosa. Gerardo estaba en Bogotá en ese entonces y yo no sé con quién hablo él allá, total que me llamé el coronel de la policía de allá y me dijo que me iban a mandar a un capitán a buscarme a donde estaba. Como a las 11 de la noche me recogieron y me llevaron a la estación de policía de Chigorodó, dure tres meses viviendo allá. Los muy sin vergüenza pasaban por allá a ver cuándo me cogían.

Estando allá me hicieron 3 estudios de riesgos y salieron ordinarios. O sea que no corría riego, entonces no me ponían esquema de seguridad. Ya después me sacaron para Medellín y acá dure como 9 meses trabajando en construcción por ahí y que una cosa y que en la otra. Un día más que otro, me encontré una persona de por allá del pueblo y al otro día llegaron dos hombres por mí, fueron a Itagüí a donde yo trabaja y trataron de matarme pero por la fortuna de Dios el arma no les dio fuego, trataron de disparar tres veces y no les dio, yo salí corriendo. Eso fue el 22 de octubre del 2010.

Antes de que pasara eso nos habían matado a otro compañero, a Hernando Pérez, y otras ocho personas más. A raíz de eso el vicepresidente Argelino Garzón le ordenó al Ministerio del Interior que nos protegiera. Protegieron a tres, entre esos yo. Lo que hicieron fue que a Carmen Palencia de Tierra y Vida le entregaron en Bogotá un carro, sólo, sin blindaje, sin escoltas, ni conductor, nada; que era para el esquema de seguridad mío. Pero el compromiso era que como eso era para fortalecer a la asociación, por lo tanto me tocaba a mí volver a Urabá.
El 23 nos fuimos para Urabá y el 25 me llegaron allá y ahí si me dieron tres tiros, por la fortuna de Dios no me mataron. Dos balas e dieron en la cara y me pasaron por la lengua, el otro tiro me entró por la axila. En ese momento no tenía sino el carro y el conductor.

Desde entonces Fernando ha permanecido en Medellín y ahora sí, después de que casi lo matan, tiene el esquema de seguridad completo. Hoy en día sigue trabajando con la fundación Tierra y Vida y con Forjando Futuros y se encuentra liderando procesos en el Oriente Antioqueño y dentro de poco comenzará también a trabajar con las víctimas del Bajo Cauca. A pesar de que su situación de seguridad sigue siendo delicada sigue con las mismas ganas de seguir adelante en la lucha por víctima reclamantes de tierras y feliz de estar vivo para compartir con su mujer y su bebe de 15 meses con las que vive a las afueras de la ciudad.

Fernando: Actualmente tenemos dificultad con la ley porque es muy lenta, son como 15 o 16 casos que han resulto apenas. Y además la unidad restitución de tierras le puso otra talanquera a la cosa. Resulta que Tierra y Vida y Forjando Futuros están midiendo las tierras en Urabá, las medidas topográficas. Ahora dicen ellos — eso es la unidad porque no está estipulado por la ley— que para poderlo hacer hay que pedirles un permiso, pero la unidad lo que hace es ir a pedirle el permiso al delincuente que está ocupando la tierra… ¡¿cuándo se lo van a dar?! Ellos no dan el permiso para eso lógicamente. Ahí vamos a ver que pasa, hay que seguir trabajando.